Según cifras de organismos internacionales, la Argentina es el país del mundo con más psicoanalistas por habitante. Sin embargo, eso no parece haber servido de mucho a la hora de solucionar otra característica por la que nos distinguimos: largas y repetidas crisis.

Entre 1950 y 2016, uno de cada 3 años, vivimos en recesión. De hecho eso nos posiciona en el segundo puesto a nivel global.

Sí, sólo nos “gana” la República del Congo, país africano que lleva años atravesado por guerras civiles, en el que en los últimos 30 años murieron casi cuatro millones de personas por hambre y enfermedades, y cuyo PBI per cápita en 2018 fue de US$488 (en la Argentina, el PBI per cápita el año pasado fue de US$10.800).

En 30 años, 80 cambios a la legislación tributaria

Es decir, en 23 de los 66 años analizados, la Argentina registró crecimiento negativo (creció tan solo 2,7% promedio, la mitad de lo que crecieron los países de alto desempeño de la región).

Tuvo 14 recesiones (lo que se traduce en que el 32% del tiempo vivió en recesión) y un nivel de volatilidad económica que además de ser poco frecuente en países con su nivel de ingresos, contagió de volatilidad a la política (en el sentido amplio, con golpes militares y gobiernos de facto, y específico, con las políticas aplicadas): en 30 años, la legislación tributaria ¡se modificó 80 veces! y las normas fiscales y presupuestarias cambiaron más de 14 veces en dos décadas.

Los datos surgen de un exhaustivo trabajo realizado por un equipo interdisciplinario coordinado por la oficina local del Banco Mundial (BM).

Lo que en el organismo definen como un “diagnóstico sistemático del país”, se transforma no sólo en una verdadera radiografía de nuestra historia económica, política y social reciente, sino que incluye el ejemplo de lo que ocurrió en otros países y sugerencias para lograr lo que propone el título: “Hacia el fin de las crisis en Argentina. Prioridades para un crecimiento sostenible y prosperidad compartida”.

Hace unos días, Fernando Giuliano, economista del BM y uno de los autores principales de la investigación, fue el encargado de presentar el documento en el auditorio de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC).

En busca del equilibrio perdido

Como anfitrión, el secretario de la CAC, Natalio Grinman, destacó la importancia de potenciar la sinergia público-privada y de poder dialogar con el Gobierno.

Lo escuchaban, en primera fila, el secretario de Política Económica de la Nación, Miguel Braun; la secretaria de Transformación Productiva del Ministerio de Producción y Trabajo, Paula Szenkman; y Jesko Henschel, director del BM para Argentina, Paraguay y Uruguay, quienes luego participarían de un debate moderado por la periodista Laura García.

“En los últimos 95 años, el país tuvo equilibrio fiscal solo en 6 oportunidades. ¿Alguien puede pensar que un hogar o una empresa puedan sobrevivir en esas condiciones? Cometimos todos los errores posibles: tuvimos gobiernos de facto, nefastos populismos elegidos por el voto popular… Y no es que quiera que nos parezcamos a Suecia o Noruega, sino a Chile y Paraguay, o a Bolivia en lo económico. Son países cuya inflación anual es igual a la que en Argentina tenemos en un mes”, agregó.

Luego fue el turno de Hentschel, quien señaló otra de las características que hacen única a la Argentina: el modo en el que llegó a la denominada “trampa de los países de desarrollo intermedio”.

¿Subir o caer en la trampa?

Desde hace años, los economistas estudian si es que verdaderamente existe una trampa sobre los países de ingreso medio.

El concepto surgió a la hora de analizar por qué muchas naciones que logran salir de la categoría de “países pobres” y sumarse al pelotón de los “países de desarrollo intermedio”, se quedan luego empantanados en esa instancia.

¿Es lógico que resulte más fácil pasar de la pobreza a una situación de mediano desarrollo que mantener durante cierto tiempo las tasas de crecimiento necesarias para alcanzar al grupo de los desarrollados? La experiencia muestra que en la mayoría de los casos, la respuesta es afirmativa.

Pero si de lógica se trata, lo que también muestra la experiencia es que más que caer en esta esta trampa, se sube a la misma.

Aunque para ser exactos es necesario aclarar que hay excepciones o, mejor dicho, una excepción: la Argentina. En esto también podríamos ser un caso de estudio.

La vista de Seúl alcanza para entender por qué Corea es puesto como ejemplo de los países que lograron de modo exitoso escapar de la trampa del ingreso medio. En solo 10 años la nación asiática se sumó al grupo de los desarrollados.

Estudios del BM indican que sólo 13 de los 101 países que entraron en la trampa del ingreso medio en la década de 1960, lograron escapar. Sin embargo, todos tenían una característica común: eran países pobres que mejoraban su situación.

La Argentina, por el contrario era un país con índices de desarrollo económicos, sociales y educativos que lo ubicaban en el selecto club de los países ricos por lo que en su caso decir que “cayó en la trampa del desarrollo intermedio” no es más que ajustarse a la realidad.

Sobrevivir para ver el largo plazo

“El largo plazo no solo es posible, sino inevitable. El tema es cómo llegamos a ese largo plazo”, dijo Giuliano en el comienzo de su presentación.

El economista del BM cree que “algunas respuestas pueden surgir a partir de mirar lo que hicimos hasta acá y que “parte del desarrollo económico decepcionante puede mostrar algunas ideas sobre cómo se puede salir”.

En algún momento, cerca de los inicios del siglo XX, la Argentina fue un país rico. Pero a partir de ahí entró en una debacle secular de la que no podemos salir, comentó antes de agregar que si bien hay algunos componente regionales para que la cosa se haya dado de ese modo, si se analiza lo que pasó en Brasil, Chile o Uruguay se comprueba que aunque siguen teniendo divergencias con los países centrales, la gran diferencia con Argentina es que esos países ya pudieron salir de la trampa del desarrollo intermedio.

Durante su exposición, Fernando Giuliano, economista del Banco Mundial y uno de los autores principales del trabajo mostró por medio de un gráfico la lucha que la Argentina lleva desde hace medio siglo para salir de la trampa de los países de desarrollo intermedio (contemplados en la franja de ingresos que va de 10.000 a 20.000 dólares.

Mientras proyectaba un gráfico, Giuliano explicó que al mirar la evolución del PBI per capita para países como Corea, Polonia o hasta Chile y Uruguay, se comprueba como muchos “atravesaron por el ingreso medio sin ningún problema”. Es más, algunos como Corea lo hicieron muy rápido: en apenas 10 años pasaron de ser un país pobre a ser uno muy rico.

“En Corea el ingreso medio ni siquiera duró una generación. A Polonia le llevó un poquito más de tiempo pero su paso por esa categoría fue muy rápido. Incluso Chile y Uruguay parecen haber encontrado finalmente un sendero de crecimiento sostenido, que hoy los ubica según las definiciones del BM en la categoría de ingresos altos. Argentina está entrampada en los ingresos medios desde hace más de 50 años, luchando para tratar de salir pero sin encontrar el camino”, describió.

Las bendiciones que se convierten en maldiciones

En la Argentina hay tres características que son buenas pero que aquí se conjugaron de manera nociva para el desarrollo a largo plazo del país: abundancia de recursos naturales, federalismo desigual y demandas sociales.

“Es bueno tener recursos naturales, demandas sociales y que provincias ricas y pobres se hayan juntado en una República federal, pero acá, por determinadas particularidades se generaron dinámicas que hicieron que el desarrollo haya sido tan decepcionantes. Y muchas de esas tensiones se reflejan en la volatilidad macroeconómica”, agregó Giuliano.

“Desde 1950 hasta hoy, después del Congo, somos el país que más tiempo pasa en recesión: 1 de cada 3 años vivimos en recesión. Es imposible pensar en crecimiento de largo plazo con estos números. Nuestros compañeros de equipo en esa situación son Irak, Siria, países con un nivel de vida e ingreso mucho más bajo que los de la Argentina”, acotó.

El huevo y la gallina

¿Tenemos políticas volátiles porque la macroeconomía es volátil o tenemos una macro volátil porque las políticas son volátiles?

Giuliano señala que son dos cuestiones que no son independientes, y que más allá de saber cuál es la causa original, lo seguro es que son ambas son muy volátiles y eso es claramente el reflejo de instituciones políticas débiles que “no han sabido o no podido canalizar las tensiones que surgen de demandas sociales que vienen a partir de haber entrado a la trampa del ingreso medio por arriba, con un estado de bienestar amplio, sumadas a las tensiones intrínsecas de nuestro federalismo”.

El especialista dijo entonces que esas tensiones de gastos que el proceso político no logra canalizar efectivamente se traducen en déficit crónicos.

“Tenemos déficit crónicos y vivimos como país más allá de nuestras posibilidades. En el sector público, sólo 5 de los últimos 56 años tuvimos superávit fiscal. Y el tema es que eso genera problemas como apreciaciones cambiarias y falta de competitividad. Los déficit, más temprano que tarde, no pueden financiarse. Y cuando eso ocurre, los ajustes vienen impulsados por las circunstancias, generan crisis y volatilidad económica.”

¿Cómo revertir esas oscilaciones tan pendularmente propias de la Argentina para lograr un crecimiento sostenido y sustentable? En la próxima entrega, las 10 prioridades temáticas que relevó el BM.