Los actores empresarios, gremiales y profesionales de la marina mercante, la industria naval y los puertos comparten un diagnóstico que se repite desde hace ya varias décadas.

Se trata de la imposibilidad de permanecer en la agenda de las políticas de Estado. Cuando la coyuntura de lo urgente lo impone, indefectiblemente terminan cayéndose del radar de lo importante.

No hay mejor imagen que la que planteó Juan Carlos Schmid, histórico dirigente gremial de Dragado y Balizamiento, referente sindical del Transporte y actual secretario general de la Federación Marítima, Portuaria y de la Industria Naval (Fempinra).

Dijo: “Las medidas que se toman para el sector son como un fósforo: generan luz y calor por un tiempo y cuando se apagan terminan humeando”.

Unidos por el desarraigo

Con las paritarias, la desgracia del ostracismo es el otro punto de encuentro entre empresas y gremios. Pero a diferencia de las negociaciones salariales, este desarraigo político los une.

Es que, sin importar cuál sea el Gobierno (o cual haya sido en las últimas décadas) sufren el desconocimiento de los interlocutores. Y sin importar en qué época se esté, padecen el eclipse de la día a día argentino, que siempre tiene una crisis más importante que la de este sector.

Y así como todo cambio de ciclo obliga a un balance, la época electoral motivó un nuevo espacio de reflexión. Pero no sobre los desencantos que el actual Gobierno pudo haber provocado, sino sobre el discurrir de las sorderas y cegueras que la Política le deparó al ambiente marítimo, portuario y de la industria naval hace ya varias décadas.

Autocrítica compartida

Por eso referentes de estos sectores acudieron a la invitación que realizó el Timón Club para formalizar la creación de un nuevo centro de estudios y desarrollo de políticas públicas.

Con autocrítica compartida, dirigentes gremiales y empresarios reconocieron el déficit de la falta de una voz unificada.

Repasaron cómo, con el paso de los Gobiernos, los funcionarios que llegaron al área muchas veces no tenían noción mínima de la complejidad del tema. Pero no cargaron en ellos todas las tintas, sino que tildaron la parte que les corresponde: acudieron a los mismos despachos con voces dispersas.

Y las nuevas caras se encontraron con múltiples defensas de intereses sectoriales, y no tardaron en notar que no había un interés conjunto.

La suma del todo dejaba de ser mayor que la suma de las partes.

De esta manera, la conjunción de la histórica dificultad del sector para comunicar su relevancia económica, por un lado, con la endémica política de distribución aleatoria de cargos con gente inexperta, por el otro, generó el eterno retorno de tener que justificar una existencia exánime.

Punto de no retorno

Con la creación del Centro de Estudios para la Promoción y el Desarrollo de la Actividad Marítima, Portuaria y de la Industria Naval (Cepromar), las instancias gremiales, empresarias y profesionales buscarán, una vez más, unir la voz y fijar su punto definitivo en el radar de la política argentina.

Pero para convencer a un tercero –que no sólo puede estar desinformado, sino que simplemente desconoce– primero los gremios y empresarios deberán convencerse a sí mismos que llegaron al punto de no retorno.

Puede que reconozcan que llegaron a la madurez. Que no se trata de una alianza por conveniencia y con fecha de vencimiento.

Puede que noten que ahora deben protestar por lo mismo: por el hecho de que todos se caen del sistema sin barcos ni astilleros.

Y en ese caso ya no importa la presión tributaria que les quita competitividad o las asimetrías con Paraguay. Para unos y otros.

Difícil ejercicio de confianza el que impulsa al Cepromar. Pero en definitiva, probablemente no quede otra alternativa que consensuar el rumbo y soplar para el mismo lado.