Cuando por todos los medios se buscan bajar los costos logísticos y, a pesar de los resultados evidentes, parece que la rentabilidad no aparece, los operadores de comercio exterior comienzan a encarnar a Sísifo: sin importar el esfuerzo que lleva empujar pendiente arriba la pesada carga cotidiana, y aún cuando parece haberse logrado la cima, indefectiblemente todo parece infructuoso.
Los costos ocultos del comercio exterior y la logística son los “dioses” que condenan a los operadores al perpetuo ciclo.
La realidad, por imposible que parezca, no es tan mitológica. No hay condena eterna. Pero si esfuerzo permanente.
Las tecnologías de la información permitieron una democratización del conocimiento, un acceso universal. Los saltos tecnológicos son cada vez más pronunciados: se dan con menos tiempo y con innovaciones cada vez mayores.
Es en este contexto que la tecnología de los registros distribuidos (blockchain) se ofrece como una alternativa para atacar los costos ocultos. El esfuerzo permanente que requiere para su éxito es desafiante: un cambio de paradigma cultural en el día a día de las operaciones y las transacciones.
Primer Business Chain Forum
El jueves último se realizó en Buenos Aires el primer “Business Chain Forum: Blockchain + Comex”, organizado por Chainevents.io, Eventos de Argentina y Trade News. Más de 150 personas se “reclinaron” frente al imponente Domo renovado del Planetario para seguir las presentaciones de los oradores, en un evento que contó con el apoyo de InvestBA –la agencia de inversiones y promoción del comercio de la Ciudad de Buenos Aires– y de Maersk e IBM quienes, por primera vez en América latina, exponían públicamente la prueba piloto más avanzada y sistematizada que existe a la fecha en materia de blockchain aplicado al comercio exterior y la logística internacional.
Allí quedó en claro algo: el comercio exterior es una ecuación compuesta de las variables tiempos y costos. Exportar e importar más y de mejor manera depende de qué tan bajos sean los tiempos y los costos. Y viceversa.
La Argentina no está bien en esta ecuación, porque sus variables “tiempos y costos” son altas e inciden en la calidad y cantidad de su comercio exterior. Por más batalla que se haya dado en materia de costos logísticos, los costos ocultos nos transforman en Sísifo.
Ahora bien, la innovación del blockchain nos revela primero nuestra condición: somos “aferracionistas” al status quo, aún cuando sepamos que los problemas son los mismos y las formas en que los enfrentamos hasta ahora no calificaron como solución. Los problemas siguen ahí impertérritos.
Toda innovación asusta. Pero lo conocido, lo hecho hasta ahora, sólo nos marca un límite. Lo probado hasta ahora es la barrera que nos impide ver más allá.
El ambiente global que investigó blockchain en comercio exterior no dudó en calificar a la tecnología disruptiva como “la máxima revolución desde la introducción del contenedor”.
¿Por qué? Porque ataca los costos ocultos, ingobernables hasta ahora. Los costos responsables de la ineficiencia y la incertidumbre, causa a su vez de tiempos que dilatan las operaciones y, como un círculo vicioso, agregan más costos a la cadena.
La foto de la Argentina
La Argentina ranquea muy mal en el índice de facilitación del comercio que elabora el Foro Económico Mundial (WEF, en inglés): somos la economía 94 de 136.
Según el Banco Mundial, en su informe que mide la performance logística (LPI), una exportación promedio en la Argentina demora 51 horas: es el tiempo que lleva cargar la documentación y cumplir los trámites aduaneros. El costo oscila los US$ 210.
En tanto, las importaciones parecen prácticamente vedadas: la demora documental y procedimental se lleva 252 horas (10 días); y el costo alcanza los US$ 1400.
El WEF nos ubica en el puesto 126/136 en cuanto a los tiempos que nos lleva importar y 129/136 en materia de costos.
El “Guernica” del comercio exterior argentino no se acaba con estas pinceladas: la corrupción y los sobornos nos cataloga entre los peores del mundo (126/136).
Este cóctel se corona con el peor resultado de todos: somos la antepenúltima economía del mundo en materia de previsibilidad respecto de los tiempos que llevan cumplir los procedimientos para poder importar (134/136).
Las pruebas internacionales de operaciones sin papeles para remover los obstáculos del comercio exterior concluyeron en que 1 de cada 5 dólares del costo logístico se lo lleva “el costo de llenar documentos”. Avanzar en la despapelización harían crecer el PBI global un 5% cada año, en tanto que el comercio exterior de todo el mundo podría incrementarse un 15% año tras año.
De días a horas
¿Qué importancia, entonces, se debería dar a una tecnología que permite empezar a hablar de horas o minutos a lo que antes eran días? Porque justamente, el principal impacto del blockchain está en el clearence documental, donde tan mal está ubicada la Argentina.
La Comisión Económica para Asia y el Pacífico de Naciones Unidas estudió el impacto económico de un comercio exterior sin papeles: las exportaciones podrían incrementarse en todo el mundo, anualmente, en US$ 257.000 millones; el tiempo promedio para exportar bajaría entre un 24 y un 44 por ciento, y los costos para embarcar se reducirían del 17 al 31 por ciento.
Blockchain, como tecnología colaborativa, compartida, inviolable y trazable en cada uno de sus registros, es en definitiva un acuerdo por compartir un protocolo a lo largo de una cadena que termina por convertirse en un ecosistema: aduanas, terceros organismos intervinientes, cargadores, despachantes, transportistas, forwarders, terminales, navieras, bancos, aseguradores, etc.
¿Qué pasaría si se digitalizara por completo los procesos que incluyen desde los conocimientos de embarque hasta las cartas de crédito pasando por los certificados de origen y todo otro trámite necesario, donde a través de contratos autoejecutables y programados para activarse cuando se cumplen los distintos hitos que integran una operación de comercio exterior? ¿No bajarían inmediatamente los tiempos si todo aquello que pudiera automatizarse se dejara en manos de códigos y encriptaciones inteligentes?
Si a este punto todo se vuelve demasiado técnico, vale la pena preguntarse si el fax en sí mismo no fue una disrupción: ¿un teléfono recibiendo y emitiendo documentos? Pero se adoptó y universalizó. ¿Y el botón de “send” de un correo electrónico? Nadie podía asegurar apenas nació que sería más seguro que el gran artefacto telefónico/papel. Y se impuso finalmente.
Los desafíos son múltiples
El primero de ellos tiene que ver con la gobernanza de un sistema que a priori necesita del acuerdo de varios, donde nadie tiene el control porque se trata de una tecnología descentralizada. Regular una disrupción que llegó para desregular la forma en que procesamos operaciones hasta hoy llevará su tiempo.
Luego está la cuestión de la sensibilidad de los datos: hoy los datos se mueven de manera bidireccional, entre un emisor y un receptor de un mail, documento, PDF, etc. El Blockchain es un “gran Libro Mayor contable” donde todos asientan los registros que le corresponden, al momento que le corresponden, pero en una plataforma compartida por todos.
Y esto lleva al tercer desafío: la seguridad. ¿Qué nivel de encriptación es suficiente para evitar los hackeos?
Aún así, todos estos son obstáculos sencillos comparados con el último: el factor cultural, el tiempo que lleva la internalización de este nuevo paradigma en la cosmovisión operativa. Blockchain, como todo nuevo descubrimiento, nos da el sopapo en la cara para despertarnos del sueño en el que creíamos que teníamos todo bajo control, y sentíamos la efímera seguridad del presente.
El sector privado deberá someterse a una dura prueba: convertir este paradigma en un estándar industrial y general, y no en una simple solución informática para fidelización de clientes o refuerzo de una posición dominante.
Los gobiernos, por su parte, tienen el desafío de sopesar si están ante la resignación de soberanía o frente a una de las herramientas más asequibles de facilitación del comercio, reducción de la incertidumbre y catalizador de las fuerzas productivas que expanden el comercio (a propósito de la reducción de tiempos y costos).
La innovación, decíamos, asusta siempre. La seguridad respecto de lo conocido lleva siempre mucho tiempo lograrla para que una nueva disrupción nos demuestre su obsolescencia (si no, basta pensar cómo evolucionó la telefonía móvil, en tan poco tiempo).
Y siempre estarán allí los que adviertan sobre lo impetuoso de estos avances. Como decía el más Renacentista de todos, Leonardo Da Vinci: “La amenaza es el arma de los que se sienten amenazados”.
No investigar, interiorizarse o probar nuevas soluciones para viejos problemas es una condena al desarrollo.