Junto con el comienzo del nuevo año, en Brasil arranca una nueva etapa política. La asunción de Lula Da Silva como presidente del país –cargo que ocupará por tercera vez- genera ilusión en el gobierno argentino.

Tras cinco años de desencuentros con Jair Bolsonaro, el oficialismo festejó la vuelta al poder de quien consideran un “amigo”, y en consecuencia hacen planes sobre el contenido de la nueva agenda.

El presidente Alberto Fernández viajará el 1° de enero a Brasilia para la asunción de Lula y en Buenos Aires especulan con que la primera visita oficial del mandatario brasileño al extranjero será a la Argentina, a fines de enero, para participar de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (Celac).

La “nueva agenda” de la que hablan en la Argentina incluye la posibilidad de que el gasoducto Néstor Kirchner llegue a Brasil, el relanzamiento del Mercosur, y hasta la puesta en marcha de la tan anunciada moneda única para el comercio bilateral (tema que abordó el ministro de Economía, Sergio Massa, durante las reuniones que mantuvo con integrantes del equipo económico de Lula).

El socio N° 1

Brasil es el principal socio comercial de la Argentina.

Un análisis reciente de la Cámara Argentina de Comercio y Servicios (CAC) muestra que en 2022 (con datos cerrados enero-noviembre), el comercio bilateral ya había superado el total negociado durante 2021, y las estimaciones que incluyen las cifras de diciembre indican que 2022 finalizará con el valor más elevado de los últimos diez años (superando los US$28.223 millones de 2014).

El informe de la CAC señala que en los primeros once meses de 2022, el comercio bilateral alcanzó los US$26.419 millones, un 20,7% por encima del valor logrado en el mismo período de 2021, impulsado principalmente por el aumento del costo de la energía importada por la Argentina desde Brasil. A su vez, la participación de Brasil en el total de comercio argentino alcanzó, en el mismo período, el 16,7% frente al 17,1% de 2021.

Qué vendemos

En los primeros 11 meses de 2022, las exportaciones argentinas hacia Brasil fueron de US$11.536 millones, lo que se tradujo en un incremento del 7,9% respecto de 2021.

Los principales productos exportados fueron vehículos para transporte de mercancías con carga máxima menor o igual a 5 t, que representó el 19,3%; trigo y morcajo, con el 10,7%; y vehículos para transporte de personas de cilindrada mayor a 1000 cm3 y menor o igual a 1500 cm3 (7,6% del total).

Qué compramos

Por su parte, las importaciones argentinas desde Brasil fueron de US$14.882 millones, un 33% inferior al valor registrado el año anterior.

Entre los principales productos importados se destacaron los vehículos para transporte de personas de cilindrada mayor a 1500 cm3 y menor o igual a 3000 cm3 (4,5% del total); vehículos para transporte de personas de cilindrada mayor a 1000 cm3 y menor o igual a 1500 cm3 (3,8% del total); y aglomerados de hierro por proceso de “pelletización” con el 3,7% del total, de acuerdo con el trabajo de la CAC.

Déficit histórico

En el mismo período (enero-noviembre 2022), la balanza comercial con Brasil resultó deficitaria para la Argentina en U$3346 millones, lo que implicó un aumento del 568,5% en términos interanuales.

Los últimos años con superávit comercial en el intercambio entre ambos países son 2019 y antes de eso, 2002.

El máximo déficit bilateral desde 1993 se alcanzó en 2017, cuando ascendió a US$8563 millones. Este registro se explica por el fuerte aumento de importaciones y el débil avance de exportaciones durante ese año.

“Es importante destacar que Brasil es el principal socio comercial de la Argentina, relación que históricamente mostró saldos deficitarios debido a que las importaciones desde aquel país suelen ser estratégicas para nuestro tejido productivo”, comentaron los expertos de la CAC.

Inflación

La inflación es un enorme punto de diferenciación entre ambos países: las proyecciones de inflación para todo 2023 en Brasil son de 4,8%, un punto menos que la estimación de Abeceb para la Argentina, pero sólo para un mes (diciembre), 5,8%.

Desde la consultora explican que la fuerte respuesta que tuvo el Banco Central de Brasil ante la suba de precios derivó en un importante proceso de desinflación durante 2022 que continuaría el año próximo. “Así, 2022 cerraría con una inflación del 5,7% i.a, muy lejos de la Argentina que despide el año con una inflación cercana al 100%”, dice un informe de Abeceb.

Fuente: Abeceb

Una a favor

Sin embargo, el trabajo señala que si lo que se analiza es la actividad económica, la balanza se inclina en favor de nuestro país.

La economía argentina cerrará 2022 con un incremento previsto del 5,5%, mientras que la de nuestro vecino crecería 3,2%. Para 2023, y durante el primer año de gestión de Lula, se espera una desaceleración a 0,7%, una dinámica similar a la de Argentina, que crecerá cerca del 1%, acotan desde la consultora.

Los analistas de Abeceb argumentan que la retracción de la economía de Brasil se dará fundamentalmente por una normalización de la actividad postpandemia, un menor crecimiento mundial, el efecto rezagado de la suba de la tasa Selic y el recorte del paquete fiscal extraordinario que dio el gobierno de Bolsonaro en el contexto de las elecciones.

La industria de Brasil ya registró en agosto y septiembre una desaceleración creciendo el 2,4%, un nivel por debajo de la prepandemia (y un ritmo muy por abajo del 18,7% del pico en 2011). El comercio crece, pero a un ritmo del 0,7% acumulado en los últimos meses, y en cambio, los servicios llevan cinco meses consecutivos de crecimiento con un alza del 1,1%, el nivel más alto de la serie, agregan.

Fuente: Abeceb

Los obstáculos

¿Cuáles son los obstáculos para estrechar la tan promocionada integración bilateral? En la enumeración que hacen los expertos de Abeceb figuran la volatilidad y las políticas macroeconómicas incompatibles en ambos países, la baja competitividad sistémica (excepto en sectores de alimentos y en algunos nichos industriales y de servicios) y el escaso financiamiento para proyectos de integración regional.

En el capítulo “institucional”, se incluye la falta de rumbo del Mercosur (“ni zona de libre comercio, ni unión aduanera”, según los analistas); barreras no arancelarias y excesiva burocracia intra-zona; y escasos acuerdos más allá de lo estrictamente arancelario (servicios, inversión, compras públicas, propiedad intelectual, normas técnicas y laborales).

Si lo que se analiza son los obstáculos sectoriales, señalan el mayor tamaño relativo de las empresas brasileñas; problemas de infraestructura en ambos países, y estructura logística enfocada en el comercio extra-zona; la ausencia de fomento a nichos más competitivos o con mayor necesidad de inversión (software, biotecnología, energía, infraestructura); y la experiencia de políticas de integración productiva con escasos resultados.

Por último, mencionan otras trabas más específicas, como los regímenes nacionales de promoción (automotriz, maquinaria, bienes de capital y electrónica de consumo); las diferencias regulatorias (farmacia, alimentos), y las barreras fitosanitarias.

Aunque el regreso de Lula al poder con la supuesta afinidad ideológica entre ambos gobiernos encienda una nueva luz de esperanza para concretar cambios en la agenda bilateral, es importante recordar que sin importar quién gobierne, en Brasil hay varias cuestiones –como la protección de la industria nacional, la autonomía del Banco Central, la profesionalización de la Cancillería y el relacionamiento externo- que son políticas de Estado, por lo que un “volantazo amistoso” en estos temas resulta casi utópico. Esa es, sin dudas, otra gran diferencia con la Argentina.


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