Más allá de su prestigio como analista de economía internacional, haber estado en la cocina del Mercosur da un valor agregado único a lo que Félix Peña dice sobre el bloque. El actual Director del Instituto de Comercio Internacional de la Fundación ICBC tiene además otra ventaja: combina una sólida formación académica con la experiencia de haber estado en el campo de batalla, en medio del barro de las negociaciones.
Por eso, sus palabras suelen tener una alta dosis de sentido común y pragmatismo, y es con ese espíritu que Peña admite que es necesario reflotar el Mercosur, que supone darle nuevamente sentido -no sólo en el plano gubernamental sino en el de las instituciones sociales y particularmente en el de los empresarios-, y que para construir esos caminos posibles pero no perfectos, se necesita alcanzar jeitinhos, como dicen en Brasil.

Félix Peña
-¿Cuál fue el espíritu de los fundadores del Mercosur?
-El espíritu del momento fundacional tiene mucho que ver con lo que permitiría hoy más que refundar, reflotar el Mercosur. Y no venía sólo de un gobierno, sino de la experiencia que se había acumulado en los años anteriores y que de alguna manera llevaba a valorizar mucho eso de “trabajar juntos”. Se trata de una expresión que permite entender qué es lo que nos lleva a desarrollar eso que llamamos integración entre países.
Y esto supone -y tiene mucho que ver con lo que era el ambiente en a comienzo de los 90’-, que hay un ambiente proclive a trabajar juntos y por lo tanto hay un ambiente de paz.
Colisión en curso
Eso era muy importante porque veníamos de un momento en el que, hasta que no se selló el acuerdo tripartito sobre recursos hídricos (Argentina, Brasil y Paraguay), no se podía excluir seriamente que el curso de colisión llevara a una colisión en serio.
Todo llevaba a la idea de que debíamos trabajar juntos, más a fondo. Y en eso tuvo mucha influencia el entorno internacional, especialmente dos factores: por un lado, la incidencia que tenía la integración europea en nuestra propia región. Y por otro, la iniciativa americana de una zona de libre comercio de las Américas, cosa que explica de alguna manera por qué Chile no se incorporó al Mercosur a pesar de que quería hacerlo.
-¿Qué sentimientos le dejó el 30 aniversario del Mercosur?
–Lo que ha pasado en estas semanas pone de manifiesto que es necesario reflotar el Mercosur, y eso supone darle nuevamente sentido no sólo en el plano gubernamental sino en el plano de las instituciones sociales y particularmente en de los empresarios. Fue muy bueno lo que pasó en la reunión del Consejo Industrial del Mercosur.
-¿Cómo se traduce de modo concreto ese reflote?
-Se tiene que traducir en propuestas concretas. Llegó la hora de que el sector empresario, particularmente el industrial pero no exclusivamente, se siente a debatir qué harían ellos si estuvieran a cargo de esto. Y no sólo con una perspectiva de sector empresario, tanto ellos como el sector sindical y otros, tienen que estar en condiciones de apreciar los puntos de vista de los otros sectores porque sino, no se llega a la idea del trabajar juntos.
Se trata de que no sólo los países trabajen juntos, sino sus sociedades.
Integración o desintegración?
-Da la impresión de que es un momento en el que en el mundo pesan mucho más los aspectos negativos que tienen los procesos de integración que los positivos. El caso de lo que ocurre en la UE es muy elocuente…
-El caso de Europa es muy particular porque han tenido y vivido intensamente las experiencias resultantes de no aceptar la idea de trabajar juntos.
Hay que tener en cuenta que el proceso de integración europea iniciado hace 70 años comenzó como consecuencia de lo que habían aprendido tras dos guerras mundiales con millones de muertos.
Hay que recomendar a los más jóvenes que antes de seguir hablando de este tema vean alguna de las buenas películas que muestran cómo estaba Europa en la posguerra.
La historia muestra que las personas que están conectadas físicamente son quienes pueden verse envueltas en cursos de colisión.
-Eso parece impensable hoy en nuestra región.
-Retroceder a ese punto en nuestra región es completamente impensado, pero tampoco hay que ser tan irresponsables. Si se arma un curso de colisión entre países nuca podés saber hasta dónde llegará.
En los años 20/30 en Europa, nadie imaginó que llegarían a donde lo hicieron después de la experiencia de la I Guerra. Y si vamos a lo que era la Europa de antes del 14, ninguno imaginaba que tendrían una experiencia como la que tuvieron.
Quienes tienen alguna función dirigente, incluidos los del plano intelectual, de la reflexión, el periodismo, tenemos que interrogarnos sobre cuáles son los escenarios alternativos en el caso de que no predominen las condiciones para el trabajo conjunto.

El encuentro virtual que mantuvieron los presidentes de Argentina, Braisl, Paraguay y Uruguay por los 30 años del Mercosur fue escenario público del pase de facturas y reclamos entre los socios.
Triple dimensión
-Según quién hablé, el Mercosur debe ser modernizado (Brasil) o flexibilizado (Uruguay). ¿Es su idea de reflotar el Mercosur sinónimo de esas posturas?
-Sí y no, porque no hay forma de entender un cuadro como el que se está planteando hoy o el que se planteó en otro momento entre los países de América del Sur sin combinar de modo simultáneo la dimensión política, económica y jurídica. Hacer un enfoque basado sólo en uno de esos tres aspectos es no entender nada.
La articulación de las tres dimensiones permite generar un cuadro de trabajo conjunto de países que están conectados entre sí.
Muchos de los temas que se están discutiendo, como la flexibilización o el Arancel Externo Común (AEC), tienen un enfoque excesivamente economicista lo que lleva, naturalmente, a planteamientos economicistas a la hora de definir qué tipo de trabajo conjunto deberíamos hacer. Y en parte quedamos prisioneros de enfoques teóricos que ya no tienen vigencia, si es que alguna vez la tuvieron. Me refiero a un enfoque teórico sobre mercado común, unión aduanera o zona de libre de comercio.
Si me vuelvo un especialista en enfoques teóricos y digo: la unión aduanera tiene que ser perfecta. ¡Al diablo hermano!, es muy difícil que puedas entender las realidades que no tienen nada de perfección.
Perder la confianza
-Octavio Bordón (Presidente del CARI) dijo que es imperativo sacar al Mercosur del estancamiento y de la desconfianza. Lo del estancamiento admite discusiones, pero si lo que se perdió es la confianza, parece bastante más complicado poder trabajar…
-En los momentos en los que tanto desde el punto de vista del funcionamiento de la economía o la política hay razones para que la gente pierda confianza, es muy, muy, muy difícil restablecerla.
Si no se restablecen condiciones para trabajar juntos, lo que implica un grado determinado de confianza, lo más probable es que tengamos cursos de colisión con un desarrollo futuro absolutamente imposible de predecir. A eso no lo dice la teoría, lo muestra la historia.
-Más allá de los cuestionamientos y de la aparición de otros socios comerciales que se han vuelto muy relevantes para los países del bloque (como China), el intercambio de mayor valor agregado industrial sigue siendo entre los socios del bloque. ¿Es posible imaginar la desaparición del Mercosur?
-Esta pregunta va al fondo de lo que estamos viendo en este momento y sobre lo que tenemos que tener presente para interpretar lo que está pasando.
Parto de la base de que la idea de que eventualmente Brasil, Uruguay, Paraguay o Argentina se fueran del Mercosur es, como mínimo, ridículo.
Es no tener conciencia de cuáles pueden ser las consecuencias de tomar una decisión de ese tipo habiendo muchas variantes que se pueden utilizar para poder mantener y preservar la idea de trabajo conjunto.
De ahí la importancia central que atribuyo al factor liderazgo. Pero no sólo liderazgo presidencial, es mucho más que eso. Es el liderazgo dentro de una sociedad, que debe provenir de los sectores dirigentes tanto del plano político, como económico, social y sindical que valoren la manera de encontrar jeitinhos, como me gusta decir.
Es una expresión muy linda de los brasileños que significa encontrar siempre alguna forma para adaptar lo jurídico y lo formal a las realidades de la política y economía de nuestras sociedades, lo que implica mucha flexibilidad y sobre todo, mucha capacidad para imaginar.
Es una responsabilidad enorme que tenemos especialmente quienes estamos en el campo de la reflexión, más que de la acción. No plantear ideas que quien está en el campo de batalla –un empresario, un sindicalista, un ciudadano común- no entenderá.
Liderazgo se busca
-Ahí también hay una enorme falencia en el mundo. Los especialistas señalan eso como uno de los factores para el surgimiento de liderazgos como el de Trump o Bolsonaro…
-De acuerdo, pero si tomamos el caso de EE.UU. y Trump, lo importante es constatar que hubo un liderazgo alternativo que triunfó y que llevó a Biden a la Casa Blanca. Finalmente, la sociedad se inclinó hacia argumentos razonables sobre cómo encarar una situación crítica, como la que están viviendo todos los países.
Por otro lado, vale la pena seguir de cerca las escaramuzas del inicio de la campaña para las elecciones del año que viene en Francia, entre el presidente Macron y Marine Le Pen.

Joe Biden, presidente de Estados Unidos. Imagen de Dwinslow3/Pixabay
Pareciera que se repite lo de EE.UU. -aunque Le Pen no ha ganado las elecciones-, frente a quien puede tener un comportamiento más autoritario o menos dialoguista, la realidad se enfrenta a través de la capacidad que tengan los otros dirigentes políticos de mostrar voluntad de diálogo para encontrar finalmente puntos intermedios.
Este tipo de visión se da por parte de sectores políticos que excluyen a los otros: es blanco o negro, se hace como digo o no va. Esto debe ser enfrentado con la capacidad de demostrar que para una sociedad pluralista lo mejor es llegar a puntos de articulación de posiciones que aparentemente podrían ser contradictorias. Y es lo que no pudo poner de manifiesto Trump.
Los jeitinhos permiten construir caminos posibles, no perfectos, que es algo que no existe en la realidad. Es lo que llamaron durante la presidencia de Bachelet en Chile, cuando Heraldo Muñoz era el canciller, la convergencia en la diversidad.
Significa reconocer la diversidad, pero especialmente valorarla y en función de eso tratar de encontrar puntos de convergencia.
Ni de derecha ni de izquierda
Pero eso requiere de un liderazgo político muy fuerte, y eso no tiene nada que ver con las antiguas definiciones de ser de derecha o de izquierda, es tener o no capacidad de articular, de concertar, de hacer una puesta en común.
En nuestros temas, es lo que logró poner de manifiesto en el momento fundacional de la UE Jean Monnet. Encontrar formas que no fueran perfectas desde el punto de vista de la teoría pero que tomando en cuenta las realidades políticas, económicas y jurídicas de los países europeos en aquél momento, llegaron a lo que llegaron.
-Hay diferencias que parecen más fácil de superar, y temas que marcan un abismo. Por ejemplo, que una empresa que produce en Argentina decida mudar su operación a Paraguay porque gracias la maquila y un sistema impositivo simplificado reduce sus costos 30%, genera ruido. ¿Puede funcionar un bloque desde el punto de vista económico, comercial y social con economías y macroeconomías tan distintas?
-Que las economías y macroeconomías sean distintas, en sí mismo, no es un problema. Es el tema de la diversidad. Sería deseable que no lo fueran, ok, el paraíso. El problema no es la diversidad sino que frente a ella no haya esfuerzos sistemáticos de convergencia.
Para que ello ocurra hay que hacer lo que es la esencia en la vida de una sociedad pluralista: conversar, dialogar, llegar a acuerdos. Y eso implica liderazgo, instituciones que faciliten esa convergencia.
Por eso me entusiasmó mucho el observar lo que fue la reunión del Consejo Industrial del Mercosur sobre dos temas fuertes como lo son el AEC y el de la flexibilidad. Todo eso implica conversar mucho dentro y entre los sectores y los países.
Y es ahí donde creo que estamos fallando más.
-¿Qué se puede esperar de la reunión que mantendrán los cancilleres del bloque el 22, donde Uruguay, teóricamente, hará una presentación formal de su pedido de flexibilización del Mercosur?
-Hay algunas cosas que observé en estos días y que me parecen muy buenas, como la propuesta que hizo en una larga entrevista que dio a un medio de Uruguay, Jorge Neme (Secretario de Relaciones Económicas Internacionales de Argentina) en el sentido de que Uruguay tiene que decir concretamente qué entiende por flexibilización y el cómo de eso.
Eso es muy positivo porque es un inicio de conversación, porque parte del esfuerzo que debemos hacer es que las cosas se hablen en serio. Si digo “hay que flexibilizar”, pero no digo en qué consiste eso, la cosa empieza a ser un poquito más complicada. Ahí es donde se pone de manifiesto el liderazgo político.
Creo que lo bueno de momentos como el que estamos viviendo es que queda en claro que si no paramos y empezamos a dialogar en serio y a buscar jeitinhos que nos permitan aunar posiciones, tendremos un problema fuerte.
Eso tiene que comenzar dentro del país en primer lugar. En segundo lugar, en una región. La que tenemos nosotros es el Mercosur pero no es la única, está toda América del Sur y la Alianza del Pacífico con lo que me gusta llamar el Grupo de los 8 (cuatro países en cada bloque), que significa 90% de América latina.

Peña insiste en que el diálogo es la vía para descongelar la evolución del acuerdo Mercosur-UE.
Está el tema de nuestra relación con la UE, cómo desarmar el punto de congelamiento de la evolución del proceso de negociación del acuerdo Mercosur-UE. Eso requiere de hablar muchísimo.
Y luego está el tema de cómo destrabar la OMC en el plano global, y el cómo articularnos con el Sudeste Asiático. El RCEP está poniendo de manifiesto que también en el campo del regionalismo hay novedades que no podemos dejar de considerar. Y todo eso implica mucho diálogo y reflexión colectiva y una gran responsabilidad con quienes están en el campo de batalla de parte de los que no estamos, pero podemos entenderlo y ayudarlos.