Las exportaciones de China se desplomaron un 14,5% respecto de julio del año pasado y marcaron el peor resultado desde febrero de 2020, cuando la pandemia ya había provocado el cierre productivo y operativo en el país asiático.

A la vez, las importaciones retrocedieron también, a un ritmo del 12,4% interanual. Ambos datos sorprendieron a los analistas del mercado que, si bien proyectaban una desaceleración del comercio exterior de China, no pensaron que fuera tan brusca como resultó ser.

Ahora bien, ¿Qué hay detrás de este pobre desempeño comercial en la fábrica del mundo? ¿Cuáles son las consecuencias de una débil demanda interna, la guerra comercial con Estados Unidos y la necesidad de las principales economías de relocalizar las cadenas de abastecimiento?

Peor de lo esperado

China informó una caída más profunda de lo esperado tanto en las exportaciones como en las importaciones en julio, lo que genera preocupaciones más allá de la ola actual de recesión económica mundial, a medida que se consolida la tendencia de relocalización de las cadenas de suministro.

China seguirá siendo motor y potencia exportadora. Pero su principal cliente, Estados Unidos, está poniendo en práctica cada vez más la relocalización de su abastecimiento, y trata de reemplazar la provisión de bienes terminados en China por otros realizados en México. 

Prueba de que Estados Unidos no está solo en esta estrategia del nearshoring es que la inversión extranjera directa en China se desplomó a un mínimo histórico de 4900 millones de dólares en el primer trimestre, lo que agrava el futuro de las exportaciones chinas en los próximos años sobre todo por el hecho de que el 30% de las exportaciones totales de China la realizan empresas extranjeras allí radicadas. 

Las ventas de China cayeron un 21% a las naciones del sudeste asiático (ASEAN), un 20% a la Unión Europea y un 23% a Estados Unidos, mercado al que vienen cayendo por 12 meses consecutivos las ventas.

Por primera vez en 7 años, todo el comercio exterior de China podría caer en 2023. 

Crisis de crecimiento

Lo cierto es que, además de la situación global, China arrastra una crisis de crecimiento que se acopla a las devastadoras consecuencias de la pandemia, que paralizó sus fábricas y puertos intermitentemente debido a su política de covid cero.

Por un lado, hay una crisis inmobiliaria en las principales ciudades, que se volcaron a un auge constructor que subió por el ascensor mientras la demanda de nuevas viviendas lo hacía por la escalera.

En los centros de consumo más importantes se multiplican las obras paralizadas al tiempo que, por el lado financiero, muchos compradores suspendieron el pago de los créditos hipotecarios, marcando una fuerte interrupción al boom inmobiliario que llevaba décadas y generando una cascada de deudas que fue contaminando a toda la economía doméstica.

La punta del iceberg la marcó la crisis de liquidez de la principal inmobiliaria china, Evergrande, cuyas deudas provocaron el desplome de las bolsas asiáticas -donde cotizan constructoras y proveedores de servicios que se alimentaron del boom inmobiliario. 

Con estos temores en alza, el Gobierno central endureció las condiciones de acceso a los créditos, que terminó enfriando la economía y limitando la liquidez entre los consumidores, muchos de los cuales se encuentran endeudados. 

Antecedentes

Para los analistas, ansiosos por encontrar antecedentes similares para fundamentar proyecciones y justificar la toma de decisiones funcionales a sus propios intereses, la crisis inmobiliaria y de crédito en China remite a la mayor crisis histórica internacional, la de 2008, cuando la economía norteamericana sucumbió ante las deudas “sub prime”.

Sucede que ambas crisis fueron causadas por un exceso de endeudamiento en el sector inmobiliario, que derivaron en una caída en los precios de las viviendas y un aumento de la morosidad y hasta cancelación de los préstamos. 

En definitiva, se inundó de préstamos hipotecarios a compradores de viviendas que no estaban en condiciones de afrontarlas y que, para cancelarlas, hipotecaron sus viviendas y terminaron por perderlas.

La crisis de 2008 provocó una recesión económica mundial. Con la segunda economía del mundo en una crisis similar, los riesgos de una nueva recesión global están a la vuelta de la esquina. 

Ahora, China entró en deflación.

El índice de precios al consumidor bajó en julio un 0,3% y entra en terreno negativo por primera vez desde febrero del 2021, cuando la pandemia hacía estragos, pero hay que remontarse a noviembre de 2009 para encontrar guarismos negativos en los precios internos.

La duda es si el Banco de China podrá instrumentar su agresiva política de estímulos monetarios en este contexto de endeudamiento que atraviesa a la economía, algo que caracterizó a la política económica centralizada de este país, pero que fue cediendo ante su paulatina y exitosa apertura económica al resto del mundo.


Imagen de portada: Mehmet Turgut Kirkgoz