El dato es noticia: MSC Cruceros anunció que levantará (al menos) 6 recaladas en Buenos Aires de uno de sus buques de mayor tamaño, el Fantasía, para 2018-2019.

La noticia es preocupante: hasta ahora representarían 24.000 pasajeros menos, y una caída del 7% de cruceros sobre lo proyectado. La decisión llegó de Europa y a tres meses del retorno de la Argentina al megaevento
del crucerismo, el Seatrade de Miami, donde el titular del Puerto Buenos Aires, Gonzalo Mórtola, decía: “Cumplimos con la lista que nos pidieron”.

Lo preocupante es el trasfondo: es irrelevante si Mórtola pecó de optimismo cuando aseguraba que el Fantasía estaba confirmado. Relevante sería si hubo un exceso de promesas respecto de la revisión del peaje que tanto le pesa a los cruceros: al MSC Fantasía, el peaje le representa el 50% del costo operativo de recalar en Buenos Aires, unos 250.000 dólares (la fórmula del peaje en la hidrovía es más gravosa para los cruceros).

El trasfondo no tiene visos de solución: sucede que la dinámica a la que nos acostumbró el gobierno anterior es a crear un enemigo único y a la unicausalidad de los problemas. La actual administración llegó con innegable voluntad de transparentar todo. Pero cae presa de modos similares: con la misma estrategia, cambia de culpables. Si el Gobierno anterior castigó a los cruceros con medidas insólitas, y éste hace todo por favorecerlos, necesita ver rápidamente qué otro “inconveniente” queda
para saldar. Le dicen que es el peaje, y el Gobierno va contra Hidrovía “a revisar los términos de la concesión”.

La solución es más simple de lo que parece: sentarse a dialogar para renegociar no hace que el Gobierno de la transparencia se opaque si los resultados dan ganancias para todos. Pero es tal la necesidad esencial de diferenciarse de la gestión anterior que decir “renegociar” es sinónimo de corrupción.

Varias concesiones trascendentes, que “actualizaron” la infraestructura argentina y favorecieron inversiones y crecimiento, como la de Hidrovía, tienen más de 20 años. Por lo tanto, no deberían sentir que están aplicando métodos turbios largamente denunciados al kirchnerismo (a menos que para Cambiemos también haya sido desastrosa la desregulación y privatizaciónde los servicios públicos de los 90).

Controlar y renegociar no es incompatible.

Hidrovía tiene un contrato, que cumple. Si el Gobierno opta por el principismo de no renegociar porque es mala palabra, preserva su integridad pero pierde pragmatismo y posterga reconversiones urgentes.

En el mundo desarrollado, al que aspira Cambiemos, control y revisión de contratos son las dos orillas del río de las concesiones: todo concesionario ofrece inversiones a cambio de más tiempo, o “concesiones” de su viejo
contrato a cambio de nuevos derechos.

Que MSC revise su decisión es totalmente factible.