Juan José Gómez Centurión fue la primera apuesta fuerte de Mauricio Macri para “cambiar” la Aduana. Ahora optó por otro cambio: Diego Dávila.
Luego de una denuncia anónima de la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, fue desplazado dos meses de su cargo. Con él también fue removido Pablo Allievi, subdirector de Control Aduanero. El apoyo político que siempre le garantizó Elisa Carrió fue determinante para su retorno a la Aduana. Allievi también volvió. Luego, problemas de salud volvieron a separar a Gómez Centurión del cargo.
En el interín, Diego Dávila llegó directamente desde la mesa chica de la Jefatura de Gabinete con un equipo reducido, marcado por el estilo ejecutivo, el perfil bajo, y la recorrida por el campo de manera permanente.
Si el mandato de Macri para Gómez Centurión fue “ordenar” la “Casa de Piedra” (como comúnmente se conoce al edificio de la calle Azopardo), Dávila llegaba con un plan de modernización bajo el brazo.
Gómez Centurión concentró mucho esfuerzo en la batalla contra el narcotráfico. Creó una nueva región aduanera, Hidrovía, convencido de que era vía la logística sobra la que se apoyaba el narcotráfico. Incluso, puso reparos al régimen “puerta a puerta”, al que sostenía también como vehículo del narcomenudeo de precursores químicos.
Gómez Centurión fue siempre un hombre de acción.
Pero, a la luz de los acontecimientos, no tuvo el mejor equipo de asesores.
Entre ellos, se destaca la figura de Pierre Chapar, subdirector de Aduana Metropolitana quien asumió el rol de director durante la licencia por enfermedad de Gómez Centurión. Allievi, otro alfil de Control Aduanero (que estaba en el cargo cuando saltó la mafia del contrabando y la fuga de divisas por US$ 14.5000 millones con el mal uso de las DJAI).
En los pasillos ruidosos de Azopardo rumoreaban que era Chapar quien manejaba realmente la Aduana. Pero así son los rumores.
Quedó confirmado en una reunión que Macri encabezó hace varias semanas, en la que citó a Chapar y su equipo, a Dávila y su gente, y a algunos empresarios, entre ellos, un importante operador portuario nacional.
Macri le cuestionó a Chapar su accionar en materia de control de drogas y la selectividad de canales. El “rojo” que debía bajar, no bajaba. Y si Chapar decía lo contrario, el empresario portuario estaba allí para desmentirlo, frente a Macri.
El presidente dejó en claro allí que el tema “narcotráfico” salía de la órbita de Aduana y quedaba en manos de Bullrich.
En el fondo, primó la idea de que “el combate al narcotráfico” que hacía la “vieja aduana” justificaba la permanencia de los controles exhaustivos, histórica fuente de costos (por los tiempos, y por los “extra” costos).
Mientras tanto, una convivencia difícil se daba en la Aduana. Los equipos que “trabajaban en equipo” para afuera disputaban una coexistencia imposible.
Dávila está asesorado principalmente por Felipe Viramonte Noguer. Durante los últimos 11 años en uno de los estudios aduaneros de mayor prestigio del país y desde allí le tocó litigar varias veces con la Aduana. Tiene militancia política en la nóvel agrupación vecinal ConVocación por San Isidro que le disputa férreamente el poder histórico a Posse) y se rodeó de otros jóvenes cuadros esepcíficamente seleccionados de los despachos de Jefatura de Gabinete y del Ministerio de la Producción, para encarnar la mentada “facilitación del comercio”.
Desburocratizar y despapelizar. Digitalizar y hacer todo más simple. Todo en línea con lo que desde Producción y el Ministerio de Modernización emanaba, bajo estricto comando presidencial.
Pero la Aduana es un hueso duro de roer. Lo fue siempre.
Hoy, la “no renuncia” de Gómez Centurión a la Aduana se decidió en una reunión tensa, que duró casi 3 horas entre las 14 y las 17.
Esta vez, rendía cuentas Gómez Centurión. Nuevamente, se replicó el estilo de reunión ampliado: el equipo “viejo” del ahora ex titular de la Aduana –Chapar y Pablo Allievi–, el equipo “nuevo” –Dávila, Viramonte Noguer, al que se sumaría también Pedro Inchauspe, recientemente a cargo del área de Desburocratización (una de las áreas transversales que corre entre Jefatura de Gabinete, Producción y Modernización)– y dos empresarios portuarios: el que participó en la primera reunión con Macri (especializado en carga general, contenedores y autos) y otro referente de la exportación agroindustrial. Coronaba la mesa el jefe de Gómez Centurión, el titular de la AFIP, Alberto Abad.
A la izquierda de Macri se sentó Dávila, siempre secundado por Viramonte Noguer.
La presentación de Gómez Centurión no salió como esperaba. Tal vez la decisión estaba tomada desde hace unos días.
Seguro no ayudó un episodio más de entre los muchos lamentables que la “vieja Aduana” no pudo, supo ni quiso resolver.
2017, declarado el año de las Energías Renovables, y con un ambicioso programa del Ministerio de Energía de poblar al país de parques eólicos, se topó, el viernes pasado, con un hecho inexplicable: llegaba el primer barco al país, con las primeras aspas para el primer parque eólico que deberían descargarse en Coronel Rosales, puerto de Bahía Blanca.
La complejidad de la importación (cada aspa pesa 2 toneladas) necesitaba que la Zona Franca de Coronel Rosales-Bahía Blanca contara con un régimen espcífico de subzona franca en el muelle donde atracaría el barco de Pampa Energía.
Un día antes de la llegada del buque, Abad no había firmado la habilitación. Se descarta que Chapar no le habría acercado el expediente.
La movilización del equipo de Dávila-Viramonte Noguer, Lisandro Ganuza (Bahía Blanca) e incluso Gonzalo Mórtola (Puerto Buenos Aires, con disputas añejas con la “vieja aduana” porque nunca le habilitó los transbordos de carga paraguaya sin escaneo en el puerto por cuestiones de “control de narcotráfico”) lograron el “waiver” y finalmente el buque atracó, se descargaron los equipos, y no hubo que lamentar “trabas” enquistadas e inexplicables. La “vieja aduana”.
No convencieron los argumentos dados sobre los logros como los seguros de caución, o la baja del “rojo” normativo, o la baja de la selectividad del bendito canal. Ante cada argumento dado, respondía el sector privado con desmentidas atronadoras.
El desenlace de la reunión ya es público. Macri y Gómez Centurión hablaron a solas, en un tono que, si bien no era bajo, no alcanzó a ser oído por el resto de los presentes, en un ambiente que se cortaba a cuchillo.
Gómez Centurión no renunció finalmente. Fiel a su estilo, nunca abandona el campo de batalla.Pero eso no implica indemnidad frente a una reubicación.
Abad –del que también se dejó trascender en algunos medios hoy que se dejaría la AFIP– mantuvo su temple. Su puesto no estaría en duda. Pero Abad siempre prefirió mantener a la Aduana bajo su ala(como organismo recaudador de los tributos del comercio exterior) en lugar de devolverle la autonomía que tenía hasta 1997, cuando un decreto extinguió la Administración Nacional de Aduanas, y pasó a ser una dirección general dentro de la AFIP.
Abad, internamente, preferiría mantener el statu quo.
La decisión de Macri ratifica que el Cambio es permanente. Al cambio que impuso con Gómez Centurión le sobreviene el cambio con Dávila.
En esta filosofía macrista, cercana al “eterno devenir” de Heráclito, la Aduana es “la piedra” que no se inmuta con ese río empecinado en seguir su curso hacia un cambio rotundo.
La piedra lleva más de 500 años allí. Es anterior al curso del río llamado República Argentina. El agua que fluye ahora tiene más ímpetu y caudal que antes. Si no la horada, la cubre.
Ahora, todo dependerá del teorema del “equipo único”, ese transversal a todos los ministerios, que enfrentaba en la “vieja aduana” al jugador individualista que no falta en ningún equipo argentino.
Ese individualista es la “vieja Aduana”, clave para el comercio exterior, que a su vez es clave para el desarrollo económico del país, que a su vez es clave para combatir la pobreza, objetivo último bajo el cual el presidente quiere ser evaluado en su gestión.
El individualista puede liderar. O puede jugar para sí mismo. Como hasta ahora.
La ascendencia lograda por Dávila con la coordinación de Viramonte Noguer y su equipo frente a Macri abren las puertas para una “nueva Aduana”.
El sector privado evaluará, con el rigor y la certeza de tener canales abiertos directos con el Presidente, la etapa que se inicia a partir de ahora.