En el primer semestre de 2019, Argentina importó 27,9% menos que en el mismo período del año pasado.
A diferencia de los chistes infantiles donde siempre hay dos noticias para dar, una buena y otra mala, el dato que surge del último trabajo realizado por la Consultora DNI sólo encierra malas noticias.
¡¿Cómo?! Es cierto, cuesta aceptar semejante aseveración en un país en el que históricamente las exportaciones fueron “las buenas de la película” y las importaciones, “las villanas”. El mismo sitio en que se ha hecho culto de “la sustitución de importaciones” como vía para el desarrollo económico.
Sin embargo en este tema también podría aplicarse el enunciado de que más que la cantidad cuenta la calidad.
Marcelo Elizondo, director de DNI, describe el punto de modo sencillo.

Históricamente, alrededor del 80% de las importaciones argentinas han sido bienes para la producción. La caída en los primeros 7 meses de 2019 de las importaciones afecta en mayor medida a los vehículos (-57,6%), bienes de capital (-36%) y combustibles y lubricantes (-30%).
“Históricamente, alrededor del 80% de las importaciones argentinas han sido bienes para la producción: bienes de capital (que es inversión); piezas y partes (para reposición o armado de máquinas destinadas a la producción); insumos (bienes intermedios necesarios para la producción y que en muchos casos ni siquiera se fabrican en el país); energía (dos tercios de lo que se importa se destina a plantas de producción); y vehículos (se estima que más del 50% de lo que se compra al exterior se utiliza para movilidad relacionada con el trabajo y la producción).”
Agrega que del total de las compras que la Argentina hace al mundo, entre 13 y 14% son bienes de consumo propiamente dicho, y que lo restante hasta completar el 20% son vehículos y energía que se utilizan para uso final.
¿Un “mal necesario”?
Más que analizar si la composición de las importaciones locales es buena o mala, queda en claro que responde a las necesidades del país: “La economía argentina tiene una composición que requiere de importaciones para la producción”, comenta Elizondo.
Y agrega otro dato interesante. Si se hace una observación histórica, se comprueba que cuanto más crece la economía, más crecen las importaciones y que, por el contrario, cuanto más decrece, más caen las importaciones.
El informe de la Consultora DNI muestra el impacto que la caída de este tipo de importaciones tiene en la tasa de inversión.
De las compras argentinas al exterior realizadas durante los primeros 7 meses de 2019, los bienes de capital, y las piezas y partes de los mismos, concentran 37% del total; y los bienes intermedios, 34% (la suma de ambos rubros dirigidos directamente a la producción representa 71% de las importaciones).
Entre enero y junio de este año, se adquirieron máquinas y aparatos por 7147 millones de dólares.
Importaciones e inversión
Aunque el rubro sigue al tope de las importaciones, la cifra muestra un sustancial descenso respecto del registro del primer semestre de 2018, cuando se compraron máquinas y aparatos por US$9528 millones.
Es más, Elizondo acota que se trata de la cifra más baja desde 2010, y que según estudios privados la inversión total (de origen nacional y extranjero) en maquinaria y equipos cayó 10,5% en los primeros 7 meses de2019.
¿Por qué pasa esto? El director de DNI admite que se trata de varios factores, pero destaca tres:
- La recesión. En realidad se trata de la retracción de la economía, que se calcula que este año rondará el 2% y que el año pasado fue de 2,5%. Cuando cae la economía, caen las importaciones, porque como no hay tracción ni demanda, no hay compras.
Hoy en la Argentina de la capacidad instalada, alrededor de 40% está ociosa. No se compran insumos ni equipos porque no se produce.
- El ajuste cambiario y la inestabilidad macroeconómica, que difiere y posterga proyectos productivos. La devaluación siempre afecta a las importaciones porque resulta más caro importar productos.
- El sistema productivo argentino, que está bastante desvinculado del resto del mundo y por lo tanto bastante anticuado.
Se estima que el stock de bienes físicos de la Argentina o sea, “fierros en la producción, máquinas y aparatos instalados”, tiene una antigüedad de más de 10 años. En un momento de disrupción tecnológica global como el actual, que pase eso es tremendo, acota Elizondo.
Revolución tecnológica
“La globalización e internacionalización de la tecnología y la mundialización del conocimiento productivo exacerban la relación de las importaciones con la producción por esta vía. Por eso es un muy mal dato que las importaciones totales de Argentina en 2019 serán las más bajas en los últimos 10 años”, explica luego.
¿Puede la Argentina ante escenarios de retracción y devaluación darse el lujo de importar menos y producir sólo con lo que tiene? Elizondo resalta que el problema central tiene que ver con el desacople de nuestro país respecto de la revolución tecnológica que está ocurriendo a nivel global.
El sistema productivo mundial está hoy apoyado en el conocimiento, la innovación, la información, la invención, el know how. Todo está apoyado en concepciones globales de tecnologías que vinculan hardware y software, y ello supone que el acceso a importaciones de bienes de capital es un requisito para la modernidad, añade.

Elizondo explica que la Argentina tiene un aparato productivo antiguo y que uno
de los mayores riesgos es que nos quedemos sin evolución tecnológica y cada vez más lejos de los estándares internacionales, con lo que la consecuencia inexorable será que cada vez nos resulte más difícil exportar.
Capacidad ociosa
Luego comenta: “Muchos argumentan que no es importante que la tasa de inversión sea tan baja porque tenemos 40% de la capacidad instalada ociosa y que por lo tanto no es necesario invertir en nuevos equipos porque se puede seguir produciendo con eso. Es algo vinculado con esa idea de los políticos de que hay que ponerle plata en el bolsillo a la gente para que reactiven un aparato productivo que está detenido. La respuesta a eso es que tenemos un aparato productivo antiguo y el gran riesgo es que nos vayamos quedando sin evolución tecnológica, cada vez más lejos de los estándares internacionales, con lo que la consecuencia inexorable será que cada vez nos resultará más difícil exportar”.
Según estudios privados la inversión total (de origen nacional y extranjero) en maquinaria y equipos en la Argentina cayó en los primeros 7 meses del año 10,5%.
En julio último, la inversión equivalía al 17,5% del PBI. En 2018, en el registro anual, en todo el mundo la inversión representó 24,5% del producto bruto mundial, de modo que la Argentina se encuentra (desde hace no poco tiempo) exhibiendo dificultades para al menos equiparar la tasa de inversión planetaria.
Líderes globales
El informe de DNI consigna que en el mundo son los países de Asia Oriental los que lideran las tasas de formación de capital (32%), aunque Asia Meridional también muestra buenos ratios (30%).
Los miembros de la OCDE rondan 22%, los países de la zona euro 21%, Latinoamérica exhibe tasas de poco más de 19% y América del Norte muestra una tasa de 21%.
Cuando aún era presidente de la Cámara de Importadores de la Argentina (CIRA), Diego Pérez Santisteban dijo que “gracias a Guillermo Moreno el comercio exterior pasó de la página 30, al lado de las necrológicas, a la tapa de los diarios”.
Aunque admitió que lograr ese protagonismo significó pagar elevados costos y generar complejos problemas para muchos sectores, Santisteban creía que al menos había servido para que la gente entendiera cuán relevantes son las importaciones, cuánto tienen que ver en la producción, generación de empleo y la mejora en la calidad de vida.
Aunque recurrentes, un par de ejemplos aportan luz al tema.
Que una empresa de caramelos fabrique chocolates en un país que no produce cacao (como el nuestro) o que la Argentina tenga la principal industria farmacéutica de América del Sur cuando apenas posee el 30% de los principios activos para fabricar medicamentos, sólo es posible gracias a la importación.
Por eso es importante insistir con la idea de que más que la cantidad, cuenta la calidad, y en ese contexto, la actual caída de las importaciones es más que una luz amarilla en el corto plazo de la economía argentina.