“Debido a las medidas adoptadas por el Banco Central de la República Argentina sobre las transferencias internacionales de divisas, que afectan a nuestros servicios de transporte, les informamos que a partir del 24 de mayo de 2023, fecha de embarque en origen, no se aceptarán cargos manifestados collect. Ante la mencionada situación, agradecemos vuestra colaboración realizando las acciones y modificaciones necesarias que sus negocios puedan requerir”.

Así informaba la oficina argentina de MSC a sus clientes su decisión de dejar de cobrar fletes marítimos en pesos en la Argentina, dejando a sus clientes que arbitren los mecanismos necesarios para que el transporte internacional realizado por la mayor naviera del mundo se cancelen, en dólares, en el exterior.

Con poco más de una semana, MSC se sumó así a la decisión en la que la naviera Maersk dio el primer paso, para sus servicios y los de Hamburg Süd y Sealand, seguida luego por Hapag-Lloyd y HMM.

Reconceptualización

24 horas más tarde, el Banco Central doblaría la apuesta del Gobierno por reconceptualizar al transporte internacional y tratarlo como una “importación de servicios”, donde lo que importa es el primer término: una vía de salida de dólares que, por necesaria y lógica que sea, también contiene un efecto de drenaje de divisas que el Gobierno necesita para mantener una ficción en su política cambiaria esquiva.

El jueves pasado, el Banco Central le terminaría dando la razón a la AFIP, que semanas antes, había incluido a los servicios de flete (S02) como prestaciones obligadas a cursar el permiso del Sirase. El shipping, un servicio esencial que impidió una parálisis total de la economía en los aciagos meses de pandemia, perdió toda esencialidad cuando el dólar escasea.

Los bancos paralizaron las operaciones ese día, buscando infructuosamente una comunicación oficial al respecto. El BCRA, atento a las consultas del día, comunicó por mail a las entidades que nada había cambiado al respecto en materia de Exterior y Cambios, y que los servicios S02 no requerían una Sirase aprobada para cursar la operación: sólo debía atenerse al “parking” de 90 días antes de girar las divisas.

Ajuste

Pero el tiempo le dio la razón al poder de la AFIP/Aduana, primero, y la Secretaría de Comercio, después, por sobre el BCRA, que terminó ajustando la normativa, incluyendo a los fletes como sujetos pasibles de cursar las Sirase, de acuerdo con la comunicación “A” 7771.

El Centro de Navegación, referente de las agencias marítimas argentinas que remesan a sus principales por los servicios de transporte internacional, volvió a reclamarle a todas las autoridades intervinientes, por cuarta vez, sobre el sinsentido que implica apagar un incendio con una regadera.

La proyección es sencilla: ni el Estado argentino ni las empresas nacionales pueden suplir el servicio de portacontenedores que prestan las navieras internacionales. Esa fuga de dólares, entonces, no puede detenerse vía sustitución de importaciones.

En segundo lugar, las compañías marítimas no tienen por qué tenernos paciencia ni contemplación: Buenos Aires es un mercado interesante, es cierto, pero su condición de “puerto final” en una ruta que se centra en Brasil puede ensuciarse rápidamente.

Más costos, más inflación

Considerar “Puerto sucio” no significa que las importaciones dejarán de realizarse. Sólo que esos barcos que “continúan” unas millas náuticas más a Buenos Aires quizá consideren que no valga la pena soportar las condicionalidades fiscales y cambiarias del Estado nacional y opten sencillamente por dejar esas cargas en otros puertos vecinos.

Ese freno a las divisas de salida por servicios de transporte que se pretende realizar, sencillamente, se fugará por otro lado. Importar será más caro si se consagran los transbordos. Importar será más caro si se multiplican los tiempos operativos.

En definitiva, todo se reflejará en los próximos meses. El Gobierno sólo agrega lubricante al traslado de costos que paga la carga primero, y el consumidor después. Más combustible a la inflación.


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