En medio de la gran incertidumbre que generan las guerras comerciales hay una gran certeza: en las guerras –sin importar el tipo del que sean- no hay ganadores posibles. Antes o después, todos pierden.
Pero, ¿y si existiera una ventana de oportunidad para que la Argentina reemplazara a la soja norteamericana por las contramedidas que China aplica a Estados Unidos a raíz del alza en los aranceles para sus productos? Mirada mezquina, cerrada y, sobre todo, de muy corto plazo.
Sería casi lo mismo que festejar el anuncio de que se puede llevar gratis todo lo que uno quiera de un shopping, con el detalle de que una semana después se acaba el mundo. ¿Hay algo para festejar o ventajas posibles en un escenario así?
“Pueden vislumbrarse algunas oportunidades a corto plazo pero no puede dejarse de lado el impacto que una guerra comercial tiene sobre la gobernanza global: deterioro en la regulación internacional, erosión de las instituciones y puesta a prueba del sistema multilateral de comercio”, advirtió Nelson Illescas, de la Fundación INAI (Instituto para las Negociaciones Agrícolas Internacionales).
Terremoto institucional
Es que el verdadero significado de lo que de modo abreviado se denomina “guerra comercial” va más allá del enfrentamiento tarifario entre las dos principales potencias del mundo: lo que está en discusión son los valores políticos que dieron forma al mundo institucional del multilateralismo de la posguerra, donde cada país “vale un voto” sin importar de qué país se trate.
Esa estructura que tanto escozor causa en el Secretario de Comercio norteamericano, Wilbur Ross, tal como destacó José Siaba Serrate al recordar los cuestionamientos del funcionario al hecho de que la Organización Mundial del Comercio (OMC) tenga 164 miembros, cada uno con un voto igual que su país. “¿Pueden imaginar qué tan dañino es esto para EE.UU.?”, se ha preguntado públicamente Ross.

Marcelo Halperín, Nelson Illescas, José Siaba Serrate y Eduardo Ablin, en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, antes del seminario Guerra Comercial, organizado con la Fundación INAI.
El debate sobre la cuestión se dio hace pocos días en Buenos Aires.
El salón Plaza de las Carretas de la Bolsa de Cereales estaba repleto. Con la propuesta de hacer un análisis profundo de la guerra comercial que Estados Unidos lleva adelante con sus (¿hasta ahora?) socios comerciales, la Fundación INAI y la Bolsa de Cereales habían convocado al seminario “Guerra comercial”.
Pero además, el convite tenía un valor agregado: la promesa de explorar las razones políticas y económicas que explican la escalada de tensiones y ver de qué manera esa movida impacta en el corto y largo plazo en estas tierras.
Yo te avisé
“Podrá parecernos que la política comercial del presidente Trump está bien o mal, pero no se le puede objetar deshonestidad intelectual: durante su campaña electoral dijo que haría esto y aunque pudiéramos creer que no lo haría y le costó arrancar durante el primer año, ahora está involucrado a pleno”, dijo el economista Siaba Serrate, que junto el embajador Eduardo Ablin integrararon el primer panel –“El proteccionismo y la reconfiguración del orden económico internacional”-, moderado por el reconocido investigador Marcelo Halperín.
En una suerte de rápido revisionismo ideológico –alcanza con repasar algunos de los libros que Trump publicó en 2.000, cuando nadie imaginaba que sería Presidente- Siaba Serrate demostró que lejos de ser fruto de decisiones intempestivas, muchas de sus actuales definiciones básicas sobre política internacional y comercio ya estaban presentes entonces.
Algunos conceptos escritos hace casi 20 años ayudan a entender en buena medida lo que ocurre hoy. Siaba Serrate señaló, algunas ideas trumpeanas de entonces: “EE.UU. es la única superpotencia que hace mucho por el mundo, presta ayuda, es el principal socio comercial, abre sus mercados, acepta refugiados e inmigrantes, rescata gobiernos insolventes, envía tropas y escuadrones, y a veces lo hace con tanta generosidad que se olvida de pasar la factura. Eso lleva a una negociación de los intereses de EE.UU. muy pobre”.
¿Por qué se desató esta gran guerra comercial? Teórica o mayoritariamente se apunta al déficit en la balanza comercial de Estados Unidos con China y a la visión absolutamente mercantilista de la administración de Trump sobre el tema, argumentó Ablin.
“No pueden subestimarse lo que significan US$375.000 millones (el déficit en 2.017) pero hay un punto que no se menciona habitualmente y que hay que tener en cuenta: en servicios el saldo es favorable para EE.UU. en el orden de los US$40.000 millones”, comentó el embajador.
Claro que más allá de la preocupación por el dinero (el déficit), los argumentos oficiales insisten en que el objetivo primordial es la preservación de los empleos locales.
¿Teorías “trumpeanas” o tramposas?
Una vez más, Siaba Serrate contrastó la “teoría de la administración Trump” con lo que, dijo, son los datos de la realidad.
El economista mostró un gráfico de dos variables que el Secretario de Comercio Ross exhibe en cuanta charla está a su alcance. Allí se aprecia cómo a medida que se incrementa el déficit en la balanza comercial con China, disminuyen los empleos en el sector manufacturero norteamericano.
“Sin embargo, la producción industrial en EE.UU. ha seguido subiendo sin prisa pero sin pausa desde 1.920 independientemente de la balanza comercial con China. O sea, la teoría del Secretario Ross es una pavada, aunque es importante conocerla porque es una de las ideas que motoriza todo este esquema de pensamiento”, dijo Siaba Serrate antes de advertir que aunque se trata de un resumen sucinto del “espíritu” que inspira la toma de decisiones ello no significa que este pensamiento sea compartido por todo el gobierno… “aunque las áreas que no lo compartían son las que han tenido bajas”, bromeó.
El consultor hizo esas declaraciones apenas unos días antes de que se anunciara la publicación del libro “Miedo: Trump en la Casa Blanca” (“Fear: Trump in the White House”), del reconocido periodista Bob Woodward, donde uno de los autores del Watergate describe un patrón de conducta del presidente norteamericano al que bautiza como “golpe de Estado administrativo”, ya que según dice, los asesores más próximos al mandatario le han ocultado textos por temor a que los firme y desate una catástrofe.
Ablin no tiene dudas: “La administración Trump agudizó el ataque a la OMC como institución representativa del comercio multilateral. Era algo que ya venía pero se profundizó ahora con los halcones que rodean al presidente Trump”, dijo.
De hecho, casi al mismo tiempo que se desarrollaba el seminario, en declaraciones a Bloomberg News, Trump amenazaba con retirar a su país de la OMC “si no endereza el rumbo”. Durante la entrevista dijo: “El año pasado empezamos a ganar mucho. ¿Saben por qué? Porque ellos saben que si no ganamos, me voy de ahí”.
Hace pocos días, durante una entrevista con Bloomberg News, el presidente Trump amenazó con retirar a Estados Unidos de la OMC si el organismo “no endereza el rumbo”.
Ablin citó otra de las frases del mandatario de EE.UU.: “Las guerras comerciales son buenas y fáciles de ganar”.

Hace pocos días, durante una entrevista con Bloomberg News, el presidente Trump amenazó con retirar a Estados Unidos de la OMC si el organismo “no endereza el rumbo”.
Y entonces se preguntó si pensaría lo mismo Herbert Hoover (presidente de EE.UU. durante la Gran Depresión) ante Ley Smoot-Hawley, en 1930, que llevó el arancel promedio a casi 50% -hoy el arancel ponderado exceptuando los bienes agrícolas es del 4%-, cuando recibió la petición de alrededor de mil economistas prestigiosos para vetar esa ley por tratarse de una norma nociva.
Políticas pendulares, pero en inglés
Los economistas le advirtieron a Hoover que el aumento de aranceles afectaría los costos de producción y los precios internos, deterioraría los ingresos de la población y desencadenaría una crisis internacional. Lo que finalmente ocurrió entre 1.930 y 1.933, cuando el comercio mundial se redujo 25% en volumen y 40% en valor.
Las exportaciones norteamericanas se redujeron 61% y las importaciones, 66%. El desempleo trepó hasta el 25% y no son pocos los que señalan esto como uno de los antecedentes de peso en la gestación de la Segunda Guerra Mundial, detalló el diplomático.
Ablin enfatizó que nada de lo que está ocurriendo es nuevo. “EE.UU. tiene una historia de oscilación pendular entre la apertura y el aislacionismo, y lo que estamos viendo es un claro resurgimiento de tendencias aislacionistas, una vuelta atrás sobre su propia concepción del sistema multilateral de comercio paradójicamente creado a su deseo y semejanza”, explicó.
“Cuando EE.UU. salió como potencia hegemónica al concluir Segunda Guerra Mundial se dio cuenta de la necesidad de contar con un sistema multilateral de comercio bajo su liderazgo. Hoy paradójicamente ya no le interesa”, añadió el embajador. Y luego hizo una salvedad con sabor a advertencia: “Por ahora esto no ha tenido grandes efectos en el plano monetario, pero todo indica que las guerras comerciales derivan en guerras de monedas”.
Lidiar con las contradicciones
Siaba Serrate planteó luego otro punto interesante: cómo lidiar con las contradicciones de las políticas que Trump lleva adelante, tan diferentes, que se contradicen entre sí.
Y citó como caso concreto el efecto que generó la imposición de aranceles sobre los lavarropas, momento a partir del cual aumentaron de manera importante su precio en el mercado interno norteamericano.
“Hay un problema de inflación de costos en la economía americana que no estaba presente antes de abril, derivado precisamente de los aumentos de aranceles o de los aumentos anunciados de aranceles -aún no practicados- sobre una cantidad de insumos que luego son usados en muchas industrias. Se empieza a ver atesoramiento de esos insumos”, relató.
En palabras del economista esa política para evitar que EE.UU. “sea abusado empieza a generar impactos adversos sobre el poder de compra del propio consumidor americano, tal como cabía esperar”.
Pero, ¿qué pasaría si esta guerra comercial siguiera escalando en intensidad?
“El Banco Mundial mandó a hacer un trabajo que establece que podría replicarse un impacto negativo en el comercio similar al que hubo con la crisis de Lehman (el gigante financiero que con su quiebra disparó la crisis de 2.008), lo que es una caída del comercio de entre el 8 y el 9%. Y cuando uno mira cómo se distribuye, el impacto es mucho más fuerte para los mercados emergentes, que son muchos más vulnerables que las economías avanzadas”, dice Siaba Serrate.
El economista señala, no obstante, que cuando se observan los números, si bien es cierto que actualmente el comercio se desaceleró, no estamos aún ante una situación como la de 2.008 y mucho menos como la de los años ‘30.
“Esta guerra comercial es muy intensa en lo mediático, pero muy acotada en términos prácticos. Uno de los daños colaterales que ya se pueden ver en EE.UU es la caída de la inversión extranjera directa”, dijo.
Arquitectura china
Siaba Serrate resaltó como otro de los aspectos importantes el rol de China.
“Ellos también tienen su propio programa y visión sobre cómo deben ser las instituciones internacionales y han avanzado bastante con una arquitectura internacional, no sólo comercial”, sentenció antes de enumerar el Banco de Inversión e Infraestructura Asiático, la nueva ruta de la Seda (One Belt One Road), el Pacto de Shanghai y la idea del BRIC plus, entre otras. “Son todas ideas donde tiene un papel relevante, distintas del sistema multilateral y del esquema que quiere Estados Unidos”, enfatizó.

La iniciativa conocida como la Nueva Ruta de la Seda (OBOR por su sigla en inglés, One Belt, One Road), es una de las grandes apuestas geoestratégicas de China.
Y luego, la variable tiempo: “Trump podrá ser un presidente de dos mandatos, no más porque está sujeto al ciclo electoral. Xi Jinping puede, hasta cierto, punto prescindir de eso”.
La iniciativa conocida como la Nueva Ruta de la Seda (OBOR por su sigla en inglés, One Belt, One Road), es una de las grandes apuestas geoestratégicas de China.
Por último, deslizó, será interesante medir la opinión en el mundo democrático respecto del comercio. “Difícilmente volvamos al mundo previo a Trump, al Brexit, a Lehmann…” Algo similar a lo que hace poco planteaba Osvaldo Rosales respecto de una nueva era para el comercio internacional y los acuerdos.
Réplicas en el barrio
En la segunda mitad de la mañana Agustín Tejeda, economista jefe de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, e Illescas, consultor en temas relacionados al derecho internacional y las negociaciones agroindustriales de la Fundación INAI, y autor junto con Nicolás Jorge y Sofía C. Perini de “El arte de la guerra comercial. Implicancias para la agroindustria argentina de la escalada del proteccionismo”, se refirieron a los posibles impactos que el cruce entre EE.UU. y China tendrían en esta zona del mundo a corto y mediano plazo.
Tejeda explicó que China concentra el 63% de las compras de soja del mundo (desde Brasil llega el 48% de sus adquisiones; el 38% desde EE.UU. y el 9% desde Argentina).
Illescas advirtió que las derivaciones de la actual escalada proteccionista aún están lejos de clarificarse. “Momento a momento van surgiendo novedades y anuncios que generan más incertidumbre” y lo único seguro pareciera ser que la OMC será cada vez más un escenario de disputas por lo que “debe adaptarse a los tiempos que corren”, propuso.
Ambos coincidieron en que las hipotéticas ventajas de corto plazo que pudieran vislumbrarse no deberían hacer que se ignore el impacto que una guerra comercial tiene sobre la gobernanza global.
“La respuesta no puede ni debe ser volver atrás en el tiempo degradando lo construido hasta ahora, sino pensar soluciones innovadoras que permitan a las instituciones crecer y adaptarse para hacer frente a los nuevos desafíos”, dijeron.

“El arte de la guerra comercial. Implicancias para la agroindustria argentina de la escalada del proteccionismo”, es un trabajo realizado por la Fundación INAI que busca establecer los posibles impactos que el cruce entre EE.UU. y China tendría en esta zona del mundo a corto y mediano plazo.
A esta altura no hay quien ponga en duda que la guerra comercial entre EE.UU. y China tendrá (de hecho ya está teniendo) efectos directos sobre el complejo sojero argentino.
A la vuelta de la esquina, si lo que se analiza es la Campaña 2018/19, se vislumbran mayor volatilidad, redistribución de los flujos comerciales, pérdida de la participación argentina en el crushing y el comercio de los sub-productos.
Cuando la mirada pretende ir un poco más lejos, queda en claro que hablar de “guerra comercial” estrictamente resulta, al menos, un enfoque restringido, que seguramente haya que analizar la potencial relocalización del crushing, qué se hará con la posible capacidad ociosa estructural, cómo será la producción local y si en medio de tantos cambios la Argentina no incrementará, por ejemplo, sus importaciones de poroto de soja.
Pero eso y todo lo que analizó el equipo de la Fundación INAI en su trabajo será material de un próximo artículo.