El Banco Mundial proyecta un crecimiento de la población global de los 7000 millones de habitantes actuales a 9000 millones en 2050, de los cuales un 60% vivirá en ciudades.
En tanto, más de 1000 millones de personas no tienen hoy acceso a electricidad, déficit que requerirá un esfuerzo importantísimo para ser resuelto, tanto en lo inmediato como en la medida en que la población vaya en aumento.
Encima, a esta situación debemos sumar el problema del calentamiento global y la calidad del aire que requiere una urgente atención.
Si bien hay importantes avances en la generación de electricidad de fuentes renovables y no contaminantes, éstas no son suficientes para cubrir la demanda actual o futura y se va a requerir fuertes cantidades de combustibles fósiles para compensar el faltante. En este contexto el gas es el combustible con menor impacto ambiental y en oferta abundante.
El avance del GNL
Hasta 2005, aproximadamente, el gas era mayormente consumido en los países productores o, en el caso europeo, transportado por gasoductos desde Noruega y los países de la ex URSS. A su vez, el GNL (gas natural licuado) era utilizado esencialmente en países asiáticos, con Japón y Corea como mayores importadores. En Europa también se importa GNL desde hace unos 40 años y sigue siendo un formato de abastecimiento importante y creciente.,
Cuando China incrementó su demanda de energía, el GNL empezó a ser comercializado a nuevos mercados como combustible barato y poco contaminante. Se construyeron plantas de regasificación y como novedad se comenzaron a utilizar buques transformados en unidades de almacenaje y regasificación (FSRU) con la ventaja de cortos plazos de construcción, flexibilidad y costos inferiores a las plantas en tierra. El primer FSRU comenzó a operar en 2008 en Brasil y poco después otro similar en Bahía Blanca.
En 2017 se comercializaron 292 millones de toneladas de GNL con una proyección de crecimiento del 11% este año.
Actualmente hay 89 millones de toneladas de licuefacción en construcción y proyectos en estado avanzado por 169 millones de toneladas. El mayor incremento de la demanda proviene del Lejano Oriente con China a la cabeza, seguida por India. Aunque en Japón varias de las centrales nucleares han vuelto a operar, la demanda de GNL se mantiene estable. En los últimos años ha comenzado la construcción de un número importante de plantas de licuefacción con una proyección al año 2020 del orden de las 150 millones de toneladas adicionales.
Los buques
Desde 2008 a la fecha, los FSRU en operación llegan a 13 con unos 8 adicionales en construcción y proyectos por otros 25 en varios grados de estudio y avance, a lo que se suma una serie de proyectos en tierra por otras tantas instalaciones.
Hoy son 577 buques de GNL los que están en operación, y 122 adicionales ya en gradas de astilleros con entrega prevista de aquí al 2022. Hace 5 años, eran sólo 379 buques, lo que habla de un incremento impresionante.
Mientras que hasta 2005 los buques se construían atados a proyectos de producción y recepción, y contratados virtualmente a perpetuidad, en la actualidad se construye la mayoría sin contrato de respaldo, aunque con la previsión de los proyectos en distintos grados de avance de forma tal que a la entrega dichos buques ya suelen tener empleo garantizado. Los valores de fletamento, si bien fluctúan también con el mercado spot, tienden en los últimos años a estabilizarse en valores que cubren cómodamente los costos de financiación y explotación.
Por qué se impuso el GNL
Si bien la generación de electricidad a partir de la combustión del carbón sigue siendo la más barata, el gas es en costos la segunda opción, con la ventaja de ser mucho menos contaminante. Esta es una de las razones por las que el GNL se ha consolidado como combustible alternativo con una infraestructura de producción y consumo altamente desarrollada y eficiente. Las distintas opciones de regasificación (en tierra o vía FSRU) permiten también rápidamente adecuar la matriz energética de los países consumidores a fluctuaciones estacionales, como en el caso argentino, con demanda fuerte solamente en invierno, o en Brasil compensando la oferta de generación hidroeléctrica o la falta de ella.
Dado que el mayor consumo de gas se produce en la generación eléctrica, la tendencia es construir las plantas de regasificación (o ubicarlas, en el caso de los FSRU) lo más cerca posible de las plantas generadoras.
También se estila planificar en simultáneo la construcción de plantas generadoras y facilidades de recepción de GNL en el mismo lugar, sin perjuicio de también tener acceso a red de gasoductos. De esa forma se optimiza la instalación y se obtiene flexibilidad de poder también abastecer o ser abastecido de la red de gasoductos (por ejemplo en la Argentina, donde hay variaciones de demanda invernal/veraniega).
Con nuevas áreas de producción de gas, incluyendo las originadas en yacimientos no convencionales (tight y shale) el mercado tiene una proyección muy dinámica con países que de importadores se convierten en exportadores, y en otros que, por su geografía producen y también importan (como Brasil, con déficit en el norte y surplus en el sur, o Indonesia, con islas ricas en producto y otras, altamente pobladas, sin dichos recursos).
El mercado de GNL ve con optimismo un crecimiento de los volúmenes producidos y comercializados. La Argentina no es extraña a este fenómeno. De exportador de combustibles pasó a importador para ya proyectar en unos años a nuevamente exportar, tanto petróleo y derivados como gas, sea a través de ductos o en forma de GNL. Las perspectivas son interesantes.