Hay dos velocidades en las decisiones del Gobierno, de eficiencia ejecutiva pasmosa para la sociedad.
Una se percibe como lenta: es la llamada a modernizar el Estado, a simplificar los procesos, despapelizar y digitalizar trámites al punto de despersonalizarlos: que intervenga la menor cantidad de “personas” donde la tecnología demostró su eficiencia. Así avanza lento, pero con resultados, el TAD (trámites a distancia) y la VUCEA (ventanilla única del comercio exterior).
Esta velocidad lenta es “bocineada” desde atrás con la velocidad del empresariado ansioso: esperan que avancen más rápido. Aprovechan el tenor facilitador de ciertas dependencias para “coyunturalizar” las reuniones. Error grosero. Pero comprensible: hubo 12 años de síndrome de abstinencia dialoguista.
No obstante, conviene que el sector empresario no abuse de esa “paciencia técnica” de los funcionarios que encaran la modernización: estos técnicos compiten por los resultados con otro equipo: los políticos.
Este segundo grupo es el de “alta velocidad”. El que va rápido está apurado. El que está apurado no tiene tiempo para ver a los costados. Sólo mira para adelante. Pierde la visión orbital, el contexto. El “paisaje” que aprecia el técnico se lo pierde el político.
Hay decisiones brillantes que tomó la administración días atrás: darle la “opción” al privado de optar por el sistema de balanzas o por el draft survey en la medición de calado de los buques. Un hito que llevó años de dolores de cabezas (costos) en el sector marítimo portuario, donde prima la alta velocidad política.
En Transporte, las decisiones se toman rápido. Y son políticas. Y el sector empresario (puertos, agroindustria) acompaña estas decisiones: bajar los costos.
Un enfoque técnico, de velocidad lenta, diría: revisemos el sistema. El enfoque político, rápido: bajemos los costos. El resultado es el mismo.Pero mientras uno soporta bocinazos, el otro se expone a las fotomultas.
Acordar con Herme Juárez (ex secretario general de estibadores y presidente de una cooperativa de estiba, como lo muestra la foto, con autoridades nacionales, de la agroindustria y de la Bolsa de Comercio de Rosario) una rebaja de tarifas de estiba y exhibirlo como logro negociador es una multa: Juárez compartía con el “Caballo” Suárez el perfil de sindicalista empresario.
Juárez apretó siempre a la agroindustria. Negociaba las tarifas que les cobraba en dólares (y después se sentaba en paritarias, para aumentarle a sus “cooperativos”, en pesos) justo cuando el país desbordaba de cosecha para embarcar.
Hace 7 años paralizó (Juárez, como hacía Suárez) 10 días las exportaciones de granos del país porque no lograba el aumento que buscaba de tarifas. Humilló a la agroindustria sentándola en la CGT con Moreno, Boudou, Moyano, Viviani y Tomada.
Juárez entendió el Cambio. Dice a todo que sí. Y no cae hoy en la tónica mafiosa. Sabía que compartía el destino de Suárez. Un apretador en aprietos que aflojó.