ROSARIO, Santa Fe.– Los despachantes de aduana reunidos en el 9° Encuentro Nacional debatieron acerca de la necesidad de establecer un honorario profesional mínimo sugerido y, luego de un intercambio de ideas –que conoció momentos de tensión– acordaron la cifra 300 dólares por sus servicios.
En el discurrir de las intervenciones, un denominador común cruzó las experiencias de los profesionales de todo el país: la de los despachantes “a sueldo” que “prestan firma”, por ejemplo. “Lo que tenemos que discutir es el valor mínimo de nuestra responsabilidad”, indicó Alejandro Gutiérrez, uno de los despachantes que presentó la propuesta.
El tema del honorario mínimo es de vieja data. Pero lo que es más actual que nunca para los despachantes es la imagen que otros comenzaron a proyectar de ellos. Desde el Gobierno se cometió un grosero error de comunicación en su incontinencia por promover exportaciones, que terminó afectando enormemente la figura que la ley establece como engranaje necesario para el normal y correcto funcionamiento del comercio exterior: la del auxiliar de la Aduana.
Comunicación y resultado
Sucede que la Administración actual, como hizo el gobierno anterior, entregó toda su comunicación a los community managers, verdaderos voceros millennials que anuncian y promueven medidas en 280 caracteres o videos de no más de 90 segundos, según cuál sea la red social elegida para el funcionario en cuestión.
La ventaja de esta herramienta es, por un lado, que se evitan los filtros periodísticos y las eventuales preguntas ante una tradicional gacetilla informativa. Por el otro lado, los algoritmos informáticos permiten direccionar los mensajes y elegir una audiencia objetivo. Esta mayor eficiencia comunicacional se potencia (y se va de límites también) con el recurso a difusores acólitos, a sueldo o no, pero que comparten, retuitean o gustan al punto tal que la viralización completa el objetivo inicial buscado: llegar a la mayor cantidad de gente sin filtro, y sin cuestionamientos.
La desventaja de este recurso es que, al necesitar de impacto en pocas palabras, acuña declamaciones que simplifican, reducen y terminan llevando al engaño y a una malversación del sentido. Los extremos a los que se llega son, por lo menos, poco felices.
Los despachantes son testigos de ello: “Exportar sin necesidad de despachante”, fue un leitmotiv del programa oficial “Exporta Simple (que debía ser una herramienta de primera exportación, de pequeños volúmenes, de prueba) se volvió una suerte de advertencia y luz amarilla para muchas pymes. Estas, que tenían en el despachante una oficina ambulante de comercio exterior, comenzaron a dudar de su necesidad tras la comunicación oficial del programa.
La oportunidad
Con esta imagen a cuestas, muchos despachantes creyeron inconveniente debatir ahora un honorario mínimo sugerido. Otros creen que es necesario no sólo establecerlo, sino acelerar la creación de un código de ética que penalice las conductas de los profesionales que supeditan la responsabilidad a la importancia de una cartera de clientes, y canibalizan honorarios.
“Entendemos que no es lo mismo una importación que una exportación, un producto químico que un artículo de ferretería o una importación temporal a otro régimen. Pero tenemos que consensuar un valor mínimo del servicio, que contemple el incremento de las responsabilidades que hemos acumulado en los últimos 15 años”, añadió Gutiérrez.
No son pocos los auxiliares del servicio aduanero que ven con preocupación que el factor “honorario” sea determinante para su contratación por parte de un importador o exportador. “Deberíamos competir por capacidad, por nuestra gestión, pero no por los honorarios”, argumentó uno de los presentes.
La catarsis comenzaba a tomar forma y voz viva en el auditorio. “Por debajo de determinado honorario ningún despachante debería poder firmar o poner su responsabilidad en el documento aduanero por refrendar”, agregaba uno mientras otro complementaba: “Todos pagamos facturas de forwarders y agencias marítimas, y vemos ítem de dudosa credibilidad que pagan los importadores y exportadores. Ninguno protesta, ¿pero a nosotros nos objetan, o nos cambian por otro que cobra algunos centavos menos?”.
También afloraba el sentido común: “Cuando bajan los honorarios, ponen un nuevo techo del que después es muy difícil salir”, señalaban.
“Pensar como colegiados”
Para orientar mejor el debate, el vicepresidente del CDA, Pablo Pardal, invitó a reflexionar: “¿Qué haríamos con este tema si fuéramos Colegio?”, planteó. Marcelo Rávida, secretario de la institución, reconoció durante la moderación que “es uso y costumbre diferenciar entre exportación e importación, pero tal vez sea el momento de unificar, con un mínimo sugerido”.
El convencimiento se generalizaba, condicionado a que “todos cumplan” con ese honorario mínimo sugerido, y también a que se tenga en consideración “los contratos con los clientes, con honorarios fijados ya”. Pero todo volvía a girar, nuevamente, en toro a la competencia desleal, generalizada en todo el país.
El CDA cuenta con un fondo de garantías solidario para que sus socios no tengan que desfinanciarse con una caución por los valores necesarios para garantizar los despachos. “Una suspensión como asociado y darlo de baja del fondo de garantías” debería ser desaliento suficiente a estas malas prácticas enquistadas entre algunos profesionales, reflexionaron: “Si tiene que garantizar particularmente con una caución (el que sea suspendido del CDA por práctica desleal) no va a poder trabajar por 2 pesos”, justificó Pardal
Una despachante de Buenos Aires pidió la palabra: “Dejemos de lado la hipocresía. Entiendo que cuando se tiene como cliente a un operador grande se hace un contrato, y es una alianza, donde los honorarios no se hacen por operación. Pero cuando nos preguntan si para mandar una muestra vamos a cobrar lo mismo que un despacho tenemos que decir que sí, porque la responsabilidad es la misma”.
Otro colega reconoció que, en épocas de las declaraciones juradas anticipadas de importación (DJAI) “ayudó mucho que se pusiera un valor (para confeccionarlas) desde el CDA”.
Profesionalizar el servicio
“Me niego a hablar del valor de la firma, tenemos que hablar del valor de la profesión”, indicó otro, lo que sirvió para que Gutiérrez retomara el planteo original: “Hablamos de honorario mínimo sugerido, pero es más útil hablar de honorarios mínimos profesionales, porque así profesionalizamos el servicio. Por debajo de ese honorario ningún profesional pondría su responsabilidad” en juego, explicó.
Rubén Pérez, ex presidente del CDA, pidió la palabra y recordó que el encuentro nacional realizado en Mendoza “habíamos fijado honorarios mínimos para la importación en 200 dólares y en 150 para la exportación”. Luego, expresó algunas dificultades: “Los despachantes tenemos un problema de concentración. Perdimos clientes a manos de colegas con superestructuras que cotizan honorarios bajos. El honorario no puede ser uniforme, hay que analizarlo por tipo de operación, si es en frontera o en la aduana de Buenos Aires, si es importación o exportación…”. Rávida le recordó que el monto de 300 dólares “fue tratado en una mesa institucional” previa al encuentro.
Lejos de ser una terapia grupal, el encuentro dejó en claro que para los despachantes es necesario homologar un honorario mínimo profesional y sugerido, que sería refrendado institucionalmente con la eventual salida de la colegiatura y que tendría en el código de ética una herramienta de control de prácticas desleales que cobren por debajo de ese arancel para ganar clientes sólo por ser más baratos.