Rubén García destacó que es “equivocada” la dicotomía industria-importaciones y apuntó contra los costos del Estado y la logística.
“Estamos preocupados porque la imagen que el Gobierno da al exterior es que existe libertad económica en el país y hacía rato que no veía tantas delegaciones de embajadores extranjeros viniéndonos a preguntar qué está pasando”.

La frase del presidente de la Cámara de Importadores de la República Argentina (CIRA), Rubén García, ilustra sólo uno de los problemas actuales con el comercio exterior: la desconfianza internacional.

Se suma a la falsa dicotomía industria nacional-importaciones -que impide ver que el 80% de las compras externas que hacen los empresarios argentinas va a parar, precisamente, a la industria nacional, a la producción y los servicios- y esconde el problema de fondo: el costo argentino expresado en la altísima presión impositiva y caros servicios logísticos.

En 2016, las exportaciones superaron los US$ 57.700 millones y registraron un aumento interanual del 1,7%. En tanto, las importaciones rondaron los US$ 55.600 millones, cayendo casi un 7%. El valor de las importaciones ligadas al consumo y a la adquisición de vehículos automotores aumentó en 2016. Las compras externas de bienes de capital solo crecieron levemente. En oposición, cayó el valor importado de las compras de bienes intermedios, piezas y accesorios para bienes de capital y combustibles y lubricantes. Este es un resumen del diálogo que García mantuvo con TRADE RADIO FM.

Pero un repaso de las noticias sobre importaciones lleva a otra conclusión: suspensiones de trabajadores y cierres de fábricas por la apertura de importaciones. ¿Qué opina al respecto?

-Nos culpamos entre industriales e importadores, y hay un tercer factor, que tiene que ver con la competitividad y la facilitación del comercio, y éste es el tema crítico. La Argentina todavía no tiene una definición en el Congreso respecto de este punto que es un mandato internacional. En lugar de facilitar el comercio parece que trabajamos en impedirlo: cuesta convencer a la Administración de que debe adecuarse al nuevo proceso de facilitación, como la VUCE, y dejen de ser una máquina de impedir. ¿Dónde está el mal de las importaciones si el 80% de lo que ingresa va a la industria y a la producción nacional?

El Gobierno anterior pisó las importaciones para cuidar los dólares, pero hoy sobran dólares. ¿El problema para importar es un déficit administrativo?

-Los industriales y los importadores estamos en una cinchada. Nos estamos equivocando. Hay que cambiar el eje de la pelea para discutir la eliminación de los costos superfluos, saber en qué somos eficientes, preparar a las industrias en un tiempo razonable y ver si tienen defensa en un mundo como el actual y en un contexto local con la presión impositiva. Hoy, independientemente de lo que dicen los sectores de que hay una apertura irrestricta de las importaciones, que no se condice con la realidad, la política tiene que hacer un mea culpa con la carga que le traslada al sector privado: los productos que se fabrican en la Argentina son más caros en el país que los que se producen en la región, y eso es por la carga impositiva. Es más fácil tal vez fogonear las diferencias entre la industria y la importación para que la política y el Estado sigan viviendo de lo mismo. No se hace la reforma tributaria ni fiscal, sigue el impuesto al cheque que nació por tres meses, más de la mitad de los trabajadores está en el sector informal…

¿Qué impacto tienen los costos logísticos que no entran en la discusión industria naciona-importaciones?

-Un ejemplo: un importador vino a la Cámara con una factura de estadía en puerto del producto que no podía sacar por problemas con las licencias de $ 560.000. Ese dinero va al costo del producto y lo paga el consumidor final.