Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito repitiendo todos los días los mismos trayectos; quien no le habla a quien no conoce; quien evita una pasión; quien no voltea la mesa cuando esta infeliz en el trabajo; quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño; quien no viaja, no lee, no oye música… Hoy, también muere (y no tan lentamente) quien no se actualiza.
Definitivamente se trata de una versión más que libre y adaptada de un verso que en las redes muchos atribuyen a Pablo Neruda y otros aseguran que es de Martha Medeiros. Sin embargo, más allá de la disputa sobre su autoría, es un resumen casi perfecto de la necesidad actual del “Lifelong Learning” o, sus versiones en español: Formación a lo Largo de la Vida y Educación Continua.
El recurso (y la actitud que implica utilizarlo) es uno de los ingredientes fundamentales para sobrevivir con éxito a la enorme ola de cambios de la que somos testigos y protagonistas al mismo tiempo, eso que se define como la Cuarta Revolución Industrial.
¿Aprender por obligación o por necesidad?
Es habitual escuchar que las personas aprendemos hasta el último día de nuestra vida. De hecho, hay teorías que mencionan la relación directa que existe entre una mente que se mantiene activa y un mejor estado de salud.
Sin embargo, lo que hasta ahora parecía más bien librado a un acto voluntario, podría transformarse mucho antes que después, en una “obligación”.
Los expertos aseguran que en el contexto actual, el modelo de educar a una persona desde su niñez pero solo por un período determinado de tiempo para que ejerza una función específica durante el resto de su vida, caducó.
Ese modo de enseñanza -que se aplicó con éxito durante el siglo XX- hoy resulta insuficiente.
Alcanza con leer que más del 75% de los chicos que cursan actualmente la escuela primaria tendrán trabajos que aún no se inventaron, o con observar que la profundidad y velocidad de los cambios (de la mano fundamentalmente de la tecnología) replantean la manera en la que compramos, trabajamos, viajamos y hasta nos relacionamos.

A la hora de conseguir empleo, en la Cuarta Revolución, las denominadas “habilidades blandas”
(también llamadas sociales o transversales) tienen más peso que las “habilidades duras”, relacionadas con el conocimiento académico curricular que se obtiene durante el proceso educativo formal.
Ni qué hablar si el factor que se analiza es el tiempo de permanencia promedio de una persona en un empleo. ¿Cuántos conocidos tenés que hayan recibido un reconocimiento por parte de la firma en la que trabajan por cumplir 25, 30 o 50 años como parte de su staff? Se trata, casi casi, de una especie en extinción.
Qué es la educación continua
Es al ritmo de las nuevas demandas que desembarca y se hace famoso el concepto Educación Continua.
Aunque el término de “Lifelong Learning” fue acuñado hace ya varias décadas por instituciones como la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), fue en el último tiempo que se masificó su uso.
La idea central del concepto apunta a la necesidad de que frente a los cambios experimentados por la sociedad globalizada es necesario desarrollar estrategias de aprendizaje permanente para responder a los nuevos desafíos.
Se trata de hacer un esfuerzo para superar la definición tradicional de aprendizaje como un proceso formal y limitado a una etapa específica de la vida.
En un artículo sobre la temática, The Economist señaló que el enorme cambio tecnológico (que se profundiza y acelera con el paso del tiempo) exige conexiones más fuertes y continuas entre educación y empleo. O, dicho de un modo más directo, entre el mundo académico y las empresas.
Desterrar los temores
La única manera de derrotar el temor que implica el avance de la tecnología y su efecto sobre las fuentes de trabajo es con mayor información para diseñar políticas públicas acordes a la nueva realidad.
¿Cuáles son/serán las habilidades que demandarán las empresas?
Por lo pronto, queda en claro que las denominadas “habilidades blandas” son las que cada vez tienen mayor peso.
Se entiende por habilidades blandas (también se las llama sociales o transversales) a lo relacionado con la puesta en práctica integrada de aptitudes, rasgos de personalidad, conocimientos y valores adquiridos: desde la capacidad de comunicación, empatía y capacidad para trabajar en equipo, a la tolerancia al error y la frustración, por ejemplo.
Como contraposición, las habilidades duras son aquellas que se identifican con lo relacionado con el conocimiento académico curricular que se obtiene durante el proceso educativo formal.
Tolerar los errores
Un informe elaborado por LinkedIn (la red social orientada al mundo laboral, búsqueda y ofrecimiento de trabajo entre sus principales funciones) detalló cuáles son las habilidades blandas más solicitadas por los empleadores en la actualidad: “buenos modales, optimismo, sentido común, sentido del humor, empatía y capacidad de colaborar y negociar”.
En la lista también figuran: buena comunicación y organización, capacidad para trabajar en equipo, puntualidad, pensamiento crítico, ser sociable y creativo, y tener facilidad de adaptación y flexibilidad ante los cambios, además de tolerancia al error.
¿Por qué, casi paradójicamente, hoy las habilidades blandas tienen más peso que las habilidades duras?
Si bien las “duras” son necesarias para realizar diferentes actividades no son suficientes. Además, según los expertos, en un mundo que cada día tendrá mayor grado de automatización, el valor diferencial del ser humano frente a un robot pasará, justamente, por sus habilidades blandas.
Entonces, ¿lo que parecía el costado más débil es ahora el que manda? Algo así. Las habilidades blandas guardan estrecha relación con los atributos personales que ayudan a cada uno a relacionarse e interactuar con otros.
Inteligencia emocional
La buena noticia es que si bien se trata de “habilidades innatas”, cualquiera puede desarrollarlas con el apoyo adecuado (están fuertemente ligadas a la inteligencia emocional).
La foto actual muestra que, en una realidad cambiante y con nuevas demandas, la estructura formal de la enseñanza (desde el contenido de los programas hasta la metodología que se utiliza para transmitir el conocimiento) parece seguir anclada en el siglo pasado.
Sin embargo, empiezan a surgir algunos “paliativos”, como el incremento de la demanda por cursos de extensión o perfeccionamiento técnico, y especializaciones cortas y puntuales.
Alejandro Stofenmacher, Director de Nuevas Tecnologías de CENEDI (una plataforma de educación a distancia especializada en oficios) dice que “el aprendizaje no puede ser dividido entre el lugar y el tiempo para adquirir el aprendizaje -por caso la escuela- y el lugar y el tiempo donde se aplica el aprendizaje -el trabajo-”.

Métodos de aprendizaje como el e-learning (estudiar vía web) y el uso de nuevas tecnologías de aprendizaje a distancia ayudan a alimentar el espíritu del Lifelong Learning.
Stofenmacher cree que el aprendizaje debe ser visto como algo que tiene lugar sobre la base de nuestras interacciones diarias con el mundo que nos rodea.
“Cada persona, en cualquier momento de su vida debe tener oportunidades de aprendizaje para adquirir el conocimiento y las habilidades que necesita para llenar sus aspiraciones y contribuir a la sociedad en la que se desarrolla”, sostiene.
Si bien las herramientas tradicionales de formación como universidades, escuelas, bibliotecas o talleres y cursos continúan siendo pilares fundamentales de quienes aspiran a crecer y educarse, nunca antes en la historia se tuvo tanto acceso –de modo fácil y en muchos casos gratuito- para encontrar información y capacitación.
Redefinir viejos conceptos
Aunque admite que métodos de aprendizaje como el e-learning (estudiar vía web) y el uso de nuevas tecnologías de aprendizaje a distancia contribuyen a alimentar el espíritu del Lifelong Learning, el representante de CENEDI señala que es importante definir algunos conceptos que amplían la noción básica de lo que entendemos por educación.
Según Stofenmacher, “la adquisición del conocimiento, de habilidades y competencias no debe ser limitada a lo que tradicionalmente se conoce como habilidades básicas, sino que debe ser extendido teniendo en cuenta el surgimiento de nuevas habilidades que hoy en día son críticas para el individuo, como aprender a aprender, habilidades para ser ciudadanos del mundo y habilidades emprendedoras. Una población preparada y munida de estas habilidades es la llave para el desarrollo sustentable y la estabilidad de un país”.
Llevado a la práctica, lo que propone el especialista es que cualquier persona pueda cambiar su rumbo laboral o personal tan sólo proponiéndoselo.
“Siendo adultos nuestra experiencia puede llegar a ser nuestro mejor maestro. Si hay algo que nos llama la atención, enfoquémonos en eso, tratemos de probar cosas distintas y seamos conscientes de los resultados obtenidos”, propone.
Y luego, enumera algunos ejemplos.
“Si hay alguien que toda su vida se dedicó a tareas administrativas y nunca fue algo que lo apasionara, puede descubrir nuevas habilidades haciendo otras cosas. La idea es descubrir cuáles son nuestras habilidades innatas o adquiridas y potenciarlas mediante la capacitación. Por ejemplo, ¿Somos buenos cocinando? Hagamos un curso de repostería, panadería o conservas. ¿Somos buenos con las computadoras o arreglando cosas? Intentemos desarrollar ese costado con clases de informática o en algún taller de reparación de aires acondicionados ¿Somos buenos enseñando y tocando un instrumento? Hay muchos cursos on-line para enseñar o aprender música”.
Stofenmacher propone mejorar esas habilidades y llevarlas a un próximo nivel.
“Se trata de intentar hacer cosas nuevas, tanto dentro como fuera de nuestras habilidades preferidas o reconocidas. No nos obliguemos a aprender cosas simplemente porque ellas sean importantes o necesarias. En lugar de ello aprendamos cosas que necesitemos y a la vez que nos resulten atractivas y placenteras de aprender. Empezar por ahí puede ser la mejor forma de iniciar un emprendimiento propio y lograr cierta independencia laboral”, describe.
Sin embargo, luego aclara que los mismos principios aplican al ámbito del trabajo en relación de dependencia.
“Aun cuando debamos aprender cosas obligadamente, busquemos más allá de lo que nos piden que aprendamos. Exploremos los antecedentes, casos de estudio, distintas aplicaciones, y hagamos que nuestra experiencia de aprendizaje tenga mucho más sentido”, aconseja.
En definitiva, la “Formación a lo largo de la vida” redefine la idea de aprendizaje en todas sus etapas, entendiéndolo como un proceso de construcción permanente del conocimiento y surge como una de las principales herramientas para navegar en tiempos de cambios.
Fuente: El Día de Gualeguaychú