La guerra comercial de Trump ha comenzado. No es sólo contra China. Está afectando a la Unión Europea (UE), a sus socios del Nafta (México y Canadá), India y Rusia, y todos ellos han respondido con medidas de retaliación.

En el corto plazo, esto le restará medio punto al crecimiento de la economía mundial y algo más al comercio internacional.

La Comisión Europea ya rebajó en tres décimas su crecimiento para 2018 y el Banco Central  alemán lo hizo en medio punto para su economía.

En nuestra región, caen los precios de las commodities, en tanto la valorización del dólar y la normalización monetaria que lleva a cabo la Fed (el Banco Central de los Estados Unidos), agravan los problemas de las economías emergentes más dependientes del financiamiento externo.

El crecimiento de América latina en este segundo semestre se verá afectado y cumpliremos dos años creciendo bajo el 2 por ciento. Más grave aún, el crecimiento medio de la región en el lapso 2012-2020 no superará un mediocre 2% anual.

El escenario de mediano plazo se ve más preocupante. Trump postula un unilateralismo a ultranza y un mercantilismo del siglo XVI, cuando el poderío económico se asociaba al superávit comercial.

Los cuestionamientos que Estados Unidos insinuó al multilateralismo en la 11 Ministerial de la OMC realizada en Buenos Aires, en diciembre último, parecen traducirse ahora en medidas concretas.

El déficit de Estados Unidos es un tema global (lo tiene con 101 países) y macroeconómico (insuficiencia del ahorro para financiar la inversión). Mientras siga creciendo con bajos niveles de ahorro, necesitará el ahorro externo, la contraparte del déficit comercial.

Se ha filtrado un borrador de proyecto de ley que daría al presidente estadounidense la facultad de elevar aranceles, sin pasar por el Congreso y sin apego a compromisos multilaterales, buscando negociaciones pari passu con cada socio, hasta conseguir estricta reciprocidad en los aranceles.  Esto significaría barrer con los dos pilares del edificio multilateral: el principio de Nación Más Favorecida y el de Trato Nacional. Si este proyecto llegara a aprobarse, EE.UU. abandonaría la Organización Mundial del Comercio (OMC), de hecho.

El proteccionismo llegó para quedarse

Frente a este adverso escenario, las economías emergentes que privilegian sus exportaciones enfrentan tareas de corto y mediano plazo. En el corto plazo, es necesario activar la coordinación pública-privada para reaccionar oportunamente frente a amenazas y oportunidades, derivadas de los cambios en los flujos de comercio que generen las acciones proteccionistas. Esa tarea no es nueva para los ministerios de comercio y las agencias de promoción de exportaciones.

Pero esto no basta pues la ola proteccionista va a continuar, de no mediar una derrota sustantiva de los republicanos en la elección legislativa de noviembre en Estados Unidos, lo que parece poco probable. Por tanto, el desafío es estratégico.

Chile ya mostró con el TPP-11 (originalmente Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, actualmente Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico, ya que el 23 de enero de 2017, EE.UU. anunció su retirada del mismo y los once países restantes continuaron negociando el tratado que fue firmado en Santiago de Chile el 8 de marzo pasado) que excluye a USA, que una economía pequeña puede asumir roles de liderazgo en el comercio internacional.

Lo que ahora corresponde en nuestra región es fortalecer los vínculos entre la Alianza del Pacífico (AP) y Mercosur. La AP debe salir de su zona de confort y empezar a jugar a la altura del entusiasmo que ha ido generando.

Alianza del Pacífico

La Alianza del Pacífico debe salir de su zona de confort y empezar a jugar a la altura del entusiasmo que ha ido generando. Debe jugar un rol más activo en facilitar la convergencia con el Mercosur y en desplegar sus oficios diplomáticos y empresariales en Bruselas, Berlín y París en apoyo del acuerdo UE-Mercosur.

La AP cuenta con 55 países observadores (28 europeos, 9 de Asia, 14 de las Américas, 2 de Africa y Oceanía) y su accionar es mirado con interés y expectación desde el Asia Pacífico.

La AP debe jugar un rol más activo en facilitar la convergencia AP-Mercosur y en desplegar sus oficios diplomáticos y empresariales en Bruselas, Berlín y París en apoyo del acuerdo UE-Mercosur, por las obvias y favorables repercusiones que ello tendría sobre la integración regional.

Una alianza AP-Mercosur podría también acercarse a la UE y a China en la defensa del multilateralismo, con propuestas de renovación de la OMC, de acuerdo a los desafíos que el cambio tecnológico, las cadenas de valor y el cambio climático le están planteando al comercio internacional del siglo XXI.

Esta misma alianza podría acompañar a la UE en su propósito de establecer un Tribunal Internacional en materia de protección de inversiones, llevando también allí un multilateralismo renovado, sacando este polémico tema de los capítulos de acuerdos bilaterales de libre comercio.

En la próxima reunión del G20 en Buenos Aires y en la Cumbre APEC en Chile, en 2019, la defensa y renovación del multilateralismo será el tema principal, esté o no en la agenda formal, de modo que más vale prepararse para ello.

En reuniones previas se podrían concordar ejes básicos para una propuesta de renovación del multilateralismo comercial con presencia de representantes calificados de América latina, Europa y Asia. Desde el Asia Pacífico, con la mirada larga que los caracteriza, se aprecia a la convergencia AP-Mercosur, la diversificación exportadora y la apuesta a la innovación como claves estratégicas para el desarrollo de nuestra región.

Nos haría bien incorporar una mayor perspectiva estratégica para mejorar la calidad de nuestra inserción internacional.


El autor es economista chileno, ex Vice Ministro de Comercio y Jefe Negociador del TLC Chile-Estados Unidos.