En 2018, cuando la administración Trump inició su guerra comercial con China -y situó a al gigante asiático como la principal amenaza a la primacía global estadounidense- acuñó la noción de “desacople” (decoupling) como eje discursivo.
El objetivo trazado desde Washington era no sólo frenar la interdependencia comercial, productiva y financiera construida por más de 30 años con Beijing, sino comenzar a desandarla.
El anhelo de cortar los lazos económicos con China permeó las burocracias estadounidenses y continuó con la llegada de Joe Biden, más aún en el contexto de parálisis pandémica. Asimismo, la retórica comenzó a circular entre los aliados europeos que se hicieron eco del término.
Resultados
Sin embargo, 5 años después, los resultados no fueron los esperados. A pesar de la fuerte administración del comercio y aplicación de un conjunto de restricciones/regulaciones comerciales/tecnológicas contra China, y de fuertes presiones políticas al mundo empresarial, los datos muestran que la interdependencia de Estados Unidos y Europa con China sigue siendo muy fuerte.
En 2022, el comercio entre las dos superpotencias superó los registros de 2018 (más de US$ 680.000 millones de dólares) y el stock de inversiones de firmas estadounidenses alcanzó la cifra de US$ 120.000 millones (10% más que en 2018).
Por su parte, los grandes fondos de inversiones de Wall Street (como BlackRock, Warburg Pincus) siguen presentes en el mercado chino ofreciendo todo tipo de productos financieros.
Desacople mental
En realidad, en estos últimos años el gran “desacople” se produjo entre la mentalidad de las elites políticas y burocráticas, y la del mundo corporativo transnacional. Estos últimos siempre entendieron que las tensiones geopolíticas entre Washington y Beijing representaban un nuevo (y elevado) riesgo a incluir en los planes de negocios, lo que implicaba estrategias de diversificación y mitigación, pero nunca una apuesta a un exit de China, el gran mercado del mundo.
Ante los datos de la realidad y la reticencia empresarial, el discurso comenzó a cambiar.
En los últimos meses Jake Sullivan (asesor de Seguridad de Estados Unidos), Janet Yellen (secretaria del Tesoro), Ursula Von der Leyen (presidenta de la Comisión Europea) y el propio Olaf Scholz (canciller alemán) han comenzado a utilizar el concepto de De-Risking (eliminación del riesgo) para pensar conceptualmente el vínculo con China.
De manera implícita, el cambio de la retórica implica un triunfo de la lógica empresarial sobre la lógica de suma-cero propia de los halcones políticos. ¿Qué implica esta nueva terminología? Continuar los esfuerzos gubernamentales por reducir la dependencia comercial y tecnológica con China, pero dando flexibilidad a las empresas occidentales (en principal aquellas que no están en sectores sensibles y estratégicos) a seguir haciendo negocios en el vasto mercado chino. La reciente visita de Elon Musk a China es muy simbólica en estas dirección.
En la región
Ahora bien, ¿qué impactos tiene este cambio discursivo para los mercados emergentes en general y América Latina en particular?
Si bien el De-Risking es concepto pensado en un diálogo con el sector corporativo trasnacional (liga donde las multilatinas no juegan) el mismo tiene implicancias indirectas para la política internacional. La retórica no es neutral y tiene importantes huellas para las acciones dado que le dan un paraguas narrativo validante.
Para los países latinoamericanos (principalmente los sudamericanos) que tienen fuertes intereses simultáneos con China (el 30% de las exportaciones de Brasil, Uruguay, Perú y Chile tiene como destino el mercado chino) el cambio retórico es una buena noticia.
Cobertura
El De-Risking en clave de economía política internacional está en sintonía con la noción de hedging (cobertura) que viene postulando el Sur Global en materia de estrategia externa. No hay lugar alguno para elegir una potencia ni una subordinación. La doble aproximación externa es inherente a los intereses simultáneos.
La idea de “desacople” implicaba un triunfo de los halcones y una rigidez con fuertes límites a cualquier margen de maniobra. La traducción política del De-Risking en clave interestatal sería la siguiente: asumo compromisos estratégicos con Washington en áreas sensibles, pero eso no implica no seguir fortaleciendo los lazos económicos y comerciales con China. La misma no puede ser una exigencia válida, ni a una corporación con negocios en China ni para un país periférico con densos vínculos con Beijing.
A la hora de relacionarse con Washington, la vinculación discursiva entre entre De-Risking y hedging deberá ser prioritaria para las políticas exteriores de los países latinoamericanos a la hora de ganar poder como autonomía, esto es tratar de evitar presiones externas.
En el plano diplomático, las palabras importan y mucho. En definitiva, la amplificación de la noción de De-Risking y el abandono del decoupling es un triunfo de la interdependencia y la globalización y una derrota a la pulsión de la fragmentación y las presiones a la autosuficiencia.
El autor es doctor en Relaciones Internacionales, docente e investigador de la UNR, co-director del Grupo Mercosur del CARI y consultor del BID-INTAL. Durante el “Encuentro Comex 2023” del Management Logístico disertará sobre “¿Desglobalización o nueva fase de la globalización? Oportunidades y desafíos para América Latina”.