La foto actual de las zonas francas argentinas parece indicar que se vive un gran momento. 

En particular la Zona Franca La Plata -por su perfil industrial y por su cercanía al sistema portuario metropolitano y al principal centro de consumo del país- funciona a tope.

“No entra un alfiler”, graficó el presidente del concesionario Buenos Aires Zona Franca La Plata, Marcelo Leite, en diálogo con Trade News.

Marcelo Leite, presidente de Buenos Aires Zona Franca La Plata y de la Cámara Argentina de Concesionarios de Zonas Francas

“Se está dando un fenómeno de integración con todos los sectores de la economía. Hoy les estamos brindando servicio a todas las industrias y en todos los niveles, participando en la logística, en la atención de insumos, bienes intermedios y bienes de capital, y algo menos de productos terminados, e incluso atendiendo todas las fases de la industria automotriz, desde la logística de repuestos hasta el almacenamiento de automóviles”, explicó.

Producto de una legislación obsoleta, las zonas francas en la Argentina no operan tanto en comercio exterior como deberían -es decir, fomentando la importación de insumos para, a partir del régimen, fabricar con facilidades y exportar de manera más competitiva- lo que reduce su función al almacenamiento extendido para airear las finanzas de las compañías que realizan importaciones, brindándoles más tiempo para nacionalizar los productos.

Comercio administrado

Y es en el contexto de una rigurosa administración del comercio exterior que los depósitos en BAZFLP están abarrotados. Los ingresos de mercaderías lo hacen al sólo efecto del almacenaje gracias a que las empresas extranjeras pueden consignar las mercaderías a los depósitos: es decir, siguen siendo titulares del bien que está consignado a un tercero (el depósito) que no va a ser el adquirente. 

Este recurso, en un momento de casi nulas posibilidades de contar con créditos del exterior, se transforma en un paliativo para proveedores del exterior que quieren seguir haciendo negocios con la Argentina (como los fertilizantes) y sus clientes. 

Por ejemplo, la presencia de la industria automotriz, en zona franca, tiene sus curiosidades: por tratarse de la principal industria nacional, que goza de un acuerdo bilateral preferencial con Brasil, todo indicaría que el flujo operativo en frontera debería ser ágil.

Pero la realidad es que la maraña de trámites necesarios para liberar las cargas provocan el vencimiento de plazos de las mercaderías en los depósitos fiscales y, ante la alternativa de reexportar la mercadería, optan por derivar los autos a la zona franca. 

Vulnerabilidad

No obstante, Leite contextualizará esta foto en una película que no tiene mayor nitidez.

“No somos un termómetro de la economía argentina. Nuestra participación en volumen y en stock valorizados de importaciones no llega al 1,4%”.

Leite, que también es presidente de la Cámara Argentina de Concesionarios de Zonas Francas, advierte que este instrumento -central para el desarrollo del comercio exterior de todos los países- atraviesa en la Argentina por una situación de “extrema vulnerabilidad”.

¿Por qué hablás de una situación de vulnerabilidad?

Lo que nos pasa se explica por todo lo que no se hizo en los últimos 25 años. La ley cumple 30 años el año que viene y no se le hizo ningún cambio. Estoy en zonas francas desde 1998, y cuando miro el éxito de las zonas francas en la región veo la conducta activa de los países con los que competimos.

¿Hablás del caso de Uruguay?

Con Uruguay, en cuanto a capacidad de infraestructura, talento y expertise estamos iguales. Lo que nos diferencia es la competitividad que otorga una buena ley. Como régimen aduanero especial, la zona franca tiene que ser parte del menú de la política comercial de un Estado. En la Argentina nunca lo fue, y los países vecinos, en cambio, estuvieron muy atentos a las actualizaciones que necesitaba el régimen. 

¿A qué tipo de actualizaciones te referís?

Por ejemplo, cuando una empresa evaluaba hace 20 años radicarse en una zona franca lo que valoraba era la inmediatez. Hoy van por el lado de los incentivos. Eso pasa en bienes, y sobre todo en servicios, donde ni siquiera hace falta la cercanía geográfica. 

¿O sea que hoy no participamos de esa compulsa?

No. En servicios no tenemos nada para ofrecer frente a la región. Las zonas francas son anclas para la inversión extranjera directa en todas partes. Nosotros tenemos cada vez menos incentivos para dar. Mientras acá se habla de una competencia con (las empresas radicadas en) el territorio, en Uruguay hablan de los beneficios en el impuesto a la renta. 

¿Con Brasil también estamos desfasados?

Sobre todo con Brasil, a partir de un acuerdo peligroso (para nosotros) que firmó con Uruguay el año pasado, que está operativo, por lo que un producto originario de una zona franca de uno de los dos países puede ingresar al territorio de ambos Estados con arancel cero. Y a esto hay que sumarle que en Uruguay el impuesto a la renta (en zona franca) es cero. O sea que si una fábrica de San Martín se relocaliza para producir en la zona franca de Montevideo pagará “de por vida” cero impuesto a las ganancias. 

¿Y puede exportar a Brasil desde allí entonces, con arancel cero?

Puede moverse entre Uruguay y Brasil con arancel cero procediendo desde una zona franca. Pero si ingresa a la Argentina, por ejemplo, pierde la preferencia arancelaria. De todas maneras, compensa esa pérdida con el arancel cero del impuesto a las Ganancias… En definitiva, están viniendo a golpearles la puerta a los industriales argentinos.

¿Qué hizo o hace el Gobierno al respecto?

Sabemos que en Industria están al tanto… Esto no es una amenaza a las zonas francas argentinas, sino a la economía argentina en general. 

¿Es otro punto a  favor de la modificación de la ley?

(Piensa) Lo que pedimos es una ley que agregue competitividad con razonabilidad.

¿Qué significa eso?

No estamos pidiendo abrir el mercado doméstico (a los productos elaborados en la zona franca) porque sabemos que nuestra industria es distinta de la de Uruguay o Colombia. Pero tenemos que tener una herramienta para competir porque lo que está pasando (con el acuerdo entre Uruguay y Brasil) demuestra que nosotros ya no somos la amenaza. Las empresas empiezan a emigrar…

¿Podés dar algún ejemplo?

Conocemos casos de pymes, empresas familiares, que tienen la representación de compañías europeas o americanas de maquinaria vial, equipos para minería, grúas, elevadores, etc, para atender el mercado argentino y a veces también para Uruguay y Paraguay. Son empresas chicas, pero tienen clientes grandes, muchas veces los propios Estados. 

Luego, cuando tienen que proveer bienes de capital, insumos o repuestos para industrias muchas veces estratégicas se enfrentan con las trabas del SIRA y del mercado de cambios. Ante la imposibilidad de cumplir como proveedores en estos grandes proyectos, le piden permiso a las casas matrices y se van a Uruguay. Entonces, empiezan a atender a sus clientes desde afuera; clientes que, como son grandes operadores, pueden lidiar con más facilidad con los cepos. 

¿Y qué pasa con la balanza cambiaria?

Esos dólares quedan afuera. Los pagos de las importaciones se hacen desde Uruguay, a través de homebanking…

Y hay otros dos grandes casos emblemáticos. Despegar se fue a Colombia y Mercado Libre a Montevideo. Dos enormes generadores de empleo que generan riqueza en el exterior. No se trata sólo del impuesto a la renta empresaria, sino del efecto cascada fenomenal de los miles de puestos de trabajo tributando y consumiendo afuera. Lo peor de todo: ambas compañías, mayoritariamente, atienden nuestro mercado. Es lo mismo que el puerto de Montevideo: tiene un tamaño para 10 veces el mercado interno porque atienden nuestra carga.

¿Qué argumentos en contra hay en la Argentina o por qué tuvieron tanto éxito en la región?

El resto de los países tuvo siempre una agencia especial que actuó como barómetro de desempeño del régimen y que se mantuvo al margen de la Aduana, que tiene como misión recaudar y controlar. Es una herramienta de política comercial. Afuera crean áreas técnicas especializadas que trascienden las gestiones de gobierno.

Localmente no sé si hay argumentos en contra o una corriente de opinión desfavorable. Lo que sí es cierto es que es necesario un retoque legislativo que le otorgue al régimen competitividad, pero insisto, con razonabilidad. 

¿Cómo juegan las zonas francas con las grandes inversiones extranjeras de litio, petróleo, shale, off shore, entre otras?

Toda inversión extranjera directa necesita incentivos fiscales y dinamismo en la operatoria. En Colombia, sin ir más lejos, la industria petrolera off shore opera bajo el régimen de zona franca. 

Ahí hay un claro ejemplo de razonabilidad: el incentivo que se les da no es gratuito, sino que va de la mano con la inversión y la generación de empleo, con una vara muy alta que hay que mantener a lo largo del tiempo y un seguimiento exhaustivo que hace el Estado en tiempo real, con auditorías y controles internos de la compañía. Si se perfora alguno de los dos parámetros (inversiones y empleo) te quitan la franquicia. 

Pero el resultado está a la vista, porque por cada US$ 1 que el Estado colombiano sacrifica en el impuesto a la renta vuelven en US$ 6 en el derrame. Está medido. Uruguay no quiere revelar su parámetro, pero estoy seguro que es mayor. De hecho, las zonas francas uruguayas miden dentro del PBI.

¿Cuál es la situación actual de los certificados derivados (por el cual las mercaderías procedentes de países del bloque no pierden el certificado de origen cuando estén almacenadas en zonas francas)?

Antes de la resolución 33/2015 del Mercosur, cuando una mercadería que venía de un Estado miembro tocaba una zona franca perdía la preferencia arancelaria. O sea que si un exportador brasileño mandaba bienes a la Argentina y el importador argentino consignaba la mercadería a una zona franca nacional perdía la preferencia arancelaria y debía pagar el arancel externo común (AEC). Por eso nadie entraba a la zona franca.

Ya en 2015 el Mercosur decidió incorporar a las zonas francas. Argentina concluyó el tema entre 2019 y 2020, pero está el tema operativo de la instrumentación de los certificados derivados. Uruguay lo hizo rápido, como siempre, y recibe cargas de Brasil que descansan en las zonas francas con el beneficio del régimen.

¿Hay desviaciones de la carga por este motivo?

Y claro… Una vez que las empresas cambian su logística es muy difícil que la reviertan. ¿Cómo las convenzo de que vuelvan a la Argentina?

El tema está en los certificados derivados que garanticen la trazabilidad de que, por ejemplo, cuando una mercadería que viene de Brasil a una zona franca argentina y hace “fractura” de cargas, se garantice de que no se le integrará material de otro lado, con lo que perdería la preferencia arancelaria del Mercosur. Esto requiere de garantes para que, una vez que se reciba un material, con los certificados originales, se emitan los certificados “derivados” con la seguridad informática necesaria. 

Hicimos las gestiones con nuestra autoridad de aplicación, la Secretaría de Comercio, que entiende que los certificados emitiros tienen que ser similares a los certificados de origen de los exportadores, y en este caso, que sea la Cámara de Zonas Francas la que certifique. Pero el desarrollo, trazabilidad y seguridad de todo el proceso tiene que estar aprobado por la Aduana, con la que venimos trabajando muy bien en la instrumentación rápida del sistema. Hay un compromiso de resolverlo rápido.


Imagen de portada: Subzona Franca de Coronel Rosales, Bahía Blanca