La celebración del superávit en la balanza comercial argentina es una lectura parcial y de una conveniencia efímera, que sólo se concentra en el valor absoluto de exportaciones que superan a las importaciones.
Esta foto, positiva, impide ver una película cuyo desarrollo y desenlace es negativo.
En primer lugar, el consenso es total respecto de que la explicación del superávit es la caída de las importaciones, cuyo ritmo no se mueve del 30% interanual. Ante este guarismo, poco valor parece tener el avance interanual del 4% de las exportaciones.
En segundo lugar, es la sostenibilidad en el tiempo de los números positivos y ascendentes de las exportaciones lo que permitiría torcer el final de la película: un año de datos positivos no alcanzan para hablar de que el escenario exportador positivo llegó para quedarse.
Reversión comercial
La reversión de 180 grados que tuvo el saldo entre exportaciones e importaciones–pasó de un negativo de US$ 5700 millones a comienzo de la segunda mitad de 2018 a un positivo de US$ 5600 millones en la primera mitad de 2019– significa que desde el agro hasta la industria e incluso el comercio de la Argentina están comprando menos insumos en el exterior para abastecer las líneas de producción locales.
Es decir, el montaje hecho en la Argentina –causa del 80% de todo lo que el país importa– se paró, está detenido o está en vías de frenarse.
Subproducto de la crisis
“La recuperación del frente externo es más un subproducto de la crisis que el resultado de una mayor competitividad cambiaria o la apertura de nuevos mercados”, advierte Ecolatina en uno de sus recientes análisis.
Los festejos respecto de la eventual “mejora” de las cuentas externas comerciales, que podrían llegar a un superávit de US$ 14.000 millones en 2019, deberían se montan sobre un escenario de una economía doméstica deprimida y estancada.
La fiesta podría ser todavía más grotesca si los términos de intercambio (diferencial entre los precios de las exportaciones y las importaciones) no estuvieran también en una pendiente que ya marca una caída del 17% interanual. Esto, “producto de la cosecha récord que apuntaló la oferta internacional de productos oleaginosos y la guerra comercial entre Estados Unidos y China, que retacea el crecimiento del gigante asiático”, indica la consultora.
De cara a 2020
Ecolatina sostiene que ni los controles de cambios ni la obligatoriedad de liquidar divisas podrán evitar un dólar cercano a los $ 90 hacia fines de 2020, tras finalizar este año en torno a los $ 65.
“El desempeño económico no mejoraría en 2020”, explica, tras agregar que en 2020 “el tipo de cambio real podría permanecer relativamente estable a lo largo del año próximo”.
“Si consideramos los elevados pagos de deuda pública relevante (al sector privado y organismos financieros internacionales) en moneda extranjera que debe afrontar nuestro país en 2020 (US$ 25.000 millones, más de 5% de PBI) y que los mercados de crédito permanecerán virtualmente cerrados, esta evolución parece lógica: el peso no se fortalecería, aun en un contexto de importantes restricciones a la demanda de moneda extranjera”, evaluaron desde la consultora.
Récord histórico
Así, en 2020, el superávit comercial que Ecolatina proyecta rondaría un récord histórico de US$ 19.000 millones, medido en dólares corrientes.
“Un resultado positivo de esta magnitud será fundamental por dos motivos. Por un lado, por su impacto tradicional sobre los sectores transables. Por el otro, porque el sector privado aportará dólares frescos para los pagos de deuda que el sector público debe realizar. En consecuencia, si este superávit no se llegara a materializarse, y no aparecen fuentes de financiamiento alternativas, los pagos de deuda del año próximo deberían reestructurarse”, concluyeron.