El frente empresario de la marina mercante argentina profundiza su división, menos por ideología que por el implacable espiral descendente de los balances anuales del sector.
Los tiempos de calma, esporádicos, indefectiblemente, presagian tempestades. Para peor, la desunión todo lo complica.
Lo que hace menos de 10 años se presentaba como una amalgama armatorial que pretendía dejar atrás una historia de divisiones -con la fusión de las cuatro cámaras empresarias en la Federación de Empresas Navieras Argentinas (FENA), para emprender un camino de “política empresaria común”- hoy es una sucesión de pasos que se desandan.
Visiones
Días atrás, la Cámara de Armadores de Remolcadores (CAR) se convertía en el segundo miembro en abandonar la organización, siguiendo los pasos tempraneros de la Cámara Naviera Argentina (CNA), que salió en 2019.
Durante el almuerzo de fin de año del Timón Club, su presidente, Jorge Álvarez, brindó una visión del sector totalmente alejada del discurso oficial dado por FENA días atrás nomás, al que sobrevino el portazo de la CAR.
“La marina mercante está en total decadencia. No me tiembla la voz al decir que ésa es nuestra realidad”, fustigó Álvarez, uno de los referentes históricos de la marina mercante argentina y, a la sazón, presidente también de la Cámara Naviera.
Sorpresa
Álvarez profundizó el diagnóstico: “Me sorprende que otros colegas hablen de optimismo y de posible recuperación de la marina mercante, a partir de una entente entre sindicatos y empresarios. Es algo que veo muy lejano”.
Las agendas empresarias arrancaron las páginas de denominadores comunes. Con paritarias divididas y una brutal desigualdad en cuanto a oportunidades comerciales, volvieron a multiplicarse los interlocutores para los efímeros hacedores de políticas públicas para la industria.
Esto, que a priori debería ser un problema, termina siendo un salvoconducto para aquél funcionario al que le toque suerte estar de turno: años pasan sin que aparezca alguien con conocimiento de la industria. Y si por ventura llega uno con herramientas y reflejos, no tienen ni un ápice de músculo para marcar una cuña en una historia con final conocido: la paulatina desaparición de la bandera nacional en el agua.
Tres barcos
“Salvo el sector de buques tanque, en ultramar hay sólo tres barcos navegando: dos portacontenedores y un bulk carrier”, inventarió el experimentado empresario naviero.
La salvedad respecto del sector tanquero no es ociosa. Y su realidad es la que propugnó la bifurcación de los canales de la marina mercante. Y es que los buques tanque tiene una dinámica comercial propia gracias a su cliente y sus contratos: cualquiera sea el convenio laboral negociado o el incremento en los combustibles, o los gastos de puerto, practicaje y remolque, todo es automáticamente trasladado al cargador. Y ese cargador es, principalmente, el Estado.
Para Álvarez, el segundo registro o las rebajas impositivas son “fantasías” que ni acción de placebo tienen en la enfermedad que padece la marina mercante.
Siempre medido en sus discursos públicos, las palabras del presidente del Timón Club sorprendieron más por las formas que por su contenido: en este contexto, sí se percibió un aura terminal en el ambiente.
Lamento
Miguel Ángel Álvarez, miembro de la Comisión Directiva de la Cámara Naviera y protagonista también de distintas ramas de la actividad, lamentó profundamente el diagnóstico pero, sobre todo, el desenlace.
“Escuchar a una institución arrogarse la mayor representatividad de un sector no es bueno”, manifestó en solapada pero directa referencia a los discursos recientes de FENA, que aclara ser la voz del 80% de la marina mercante.
“Todos somos parte del sector. Estos comentarios desunen. Y nunca hubo una época tan difícil como ésta, que requiera más que nunca un frente institucional sólido, unido”, concluyó.
El frente empresario naviero argentino dejó de apostar por sí mismo. Y la fragmentación discursivo tendrá consecuencias: dilatará la siempre latente negligencia política, alentará la voracidad sindical e fugará matrículas a las banderas vecinas.
El cabotaje fluviomarítimo, el despunte de los puertos fluviales y la oportunidad para las economías regionales siegue perdiendo respaldo empírico. Serán sólo adjetivaciones de discursos grandilocuentes alejados de la realidad.