Un año antes de cumplir con su segundo mandato como Director General de la Organización Mundial del Comercio (OMC), Roberto Azevêdo anunció que dejará su cargo el 31 de agosto. Su alejamiento agrega un desafío más al crítico momento que vive el sistema multilateral de comercio y la economía global, agravada por los efectos devastadores del Covid-19.
Si bien el proceso de selección del nuevo Director General debía comenzar en diciembre, la decisión de Azevêdo -más allá de los motivos personales de su alejamiento-, permite focalizar este proceso. En cierta forma, desvincularlo de la XII Conferencia Ministerial en Nur-Sultán (Kazajistán) pospuesta para el año que viene debido a la pandemia.
Capitán de un barco que se hunde
Se abre así un espacio más para que la organización se concentre en su real desafío: adaptar el sistema multilateral de comercio a las nuevas realidades de la economía global.
Desde el doloroso fracaso de las negociaciones de Doha para el desarrollo, muchos consideran que la elección de un nuevo Director General de una organización que lucha por mantener su centralidad en el comercio internacional es una cuestión irrelevante. ¿Cuál sería la importancia de elegir un nuevo capitán de un barco que se hunde en la intrascendencia?
Los desafíos de la OMC son inmensos.
A la ausencia de un claro liderazgo político entre sus miembros se suman las tensiones comerciales que están a punto de desbarrancarse. El Órgano de Apelación quedó vacante, y amenaza con paralizar definitivamente el proceso de solución de disputas.
El sueño de la reforma
A pesar de los llamados del G-20, las vías de reforma siguen durmiendo en el papel.
El Covid-19 mostró la fragilidad de las cadenas globales de producción, y condujo a un incremento de las restricciones comerciales y de los subsidios.
Incluso en Estados Unidos -tradicionalmente el promotor del GATT y de la OMC-, las iniciativas parlamentarias para abandonar la Organización ganan mayor intensidad.

Roberto Azevêdo junto con su antecesor en el cargo, Pascal Lamy, en la sede la OMC, en Ginebra, en 2013.
Mientras, la cooperación económica internacional languidece.
Tampoco se puede esperar que un nuevo Director General salve a la institución. Los responsables del rescate son los miembros que la integran.
En la estructura de la OMC no existe un órgano ejecutivo como en el Fondo Monetario Internacional (FMI) o en el Banco Mundial (BM).
El Director General, al menos formalmente, tampoco cuenta con facultad para determinar la agenda y las políticas de la institución, salvo la contribución técnica necesaria para el desarrollo de las negociaciones en curso.
“Consenso por agotamiento”
Su misión es facilitar el consenso entre 164 miembros. Y como lo ha descripto un ex Director General, no es una tarea sencilla: es como intentar conducir una sesión parlamentaria sin partidos políticos, sin jefe de bloque, sin tiempo límite para el uso de la palabra, sin un sistema de votación. Consenso por agotamiento.
La selección de los Directores Generales ha sido tradicionalmente un proceso divisivo y contencioso. Basado en el consenso, no ha estado ajena a interpretaciones e influencias políticas.
Por ejemplo, al primer Director General Renato Ruggiero (Italia) sólo le fue concedido un solo mandato, mientras que, en 1999, Mike Moore (Nueva Zelanda) y Supachai Panitchpakdi (Tailandia), tuvieron que compartir un período de tres años cada uno, sin posibilidad de ser reelectos.
Habrá que ver cómo se elige al sucesor de Azevêdo en los próximos meses, a pesar del procedimiento adoptado en 2002, y si se evita un impasse semejante al de 1999 o se deberá recurrir interinamente a uno de los cuatro Directores Generales Adjunto.
Señales del tiempo
Si la solución es rápida, será un indicio importante, y permitirá vislumbrar si la OMC puede emprender en lo inmediato una reforma necesaria.
El proceso de selección se desarrollará por sucesivas rondas de consulta facilitadas por una troika -integrada por el presidente del Consejo General (Nueva Zelanda), el presidente del Órgano de Solución de Diferencias (Honduras) y el Órgano del Examen de Políticas Comerciales (Islandia)-, y los representantes de cada país miembro hasta que se identifique un candidato de consenso que pueda ser recomendado al Consejo General.
El proceso se basa en la confianza, ya que la troika no tiene la obligación de hacer público el número de apoyos asociados con cada candidato durante su desarrollo. El proceso de selección deberá estar concluido para el 1 de septiembre.
Factores de peso
Género, geografía y nivel de desarrollo son los tres factores no escritos que incidirán en el proceso de selección de este año.
La Organización nunca tuvo una mujer en el cargo y tampoco alguien proveniente de África. Pero la gravitación de algunos de esos factores, o la combinación de ambos, será la base de un acuerdo que incluya a los principales actores: Estados Unidos, Unión Europea, China y Japón.
Los cuatro representan casi el 50% del comercio de bienes y el 54% del comercio de servicios.
No hay que perder de vista que, junto con la política fiscal y monetaria, el comercio será un componente importante para la recuperación económica post pandemia.
Para reactivar las inversiones será fundamental que los mercados se mantengan abiertos y sean previsibles, y que se fomente un entorno empresarial más favorable.
Si los países cooperan, la recuperación será mucho más rápida que si cada uno actúa por su cuenta. La OMC será esencial para que ello se produzca.
Pero para mantener esa centralidad requerirá cambios esenciales en sus normas y en su funcionamiento.
Cambios en la geografía económica comercial
Casi la totalidad de los acuerdos se originaron en el período 1947-1994. Desde entonces, la geografía económica comercial mundial cambió y el desarrollo tecnológico modificó el modo en que se produce, transportan, venden y financian los bienes y servicios. Pero las normas multilaterales, con la excepción del Acuerdo sobre Facilitación de Comercio (2013) y la actualización del Acuerdo sobre Tecnología de la Información (2014), han permanecido inalteradas.
El mayor obstáculo y fuente de tensión para progresar en las negociaciones es el alcance y extensión del “trato especial y diferenciado”, una flexibilidad para países en desarrollo que hoy depende de la autodesignación y atraviesa todas las áreas, independientemente del nivel de desarrollo alcanzado por cada país.

El mayor obstáculo y fuente de tensión para progresar en las negociaciones es el alcance y extensión del “trato especial y diferenciado”, una flexibilidad para países en desarrollo que hoy depende de la autodesignación y atraviesa todas las áreas, independientemente del nivel de desarrollo alcanzado por cada país. De hecho ese es uno de los principales cuestionamientos de EE.UU. y tiene como destinatario principal a China (en la foto, vista de Shanghai).
Las críticas sobre el activismo judicial del Órgano de Apelación y los rasgos de automaticidad de sus decisiones son cuestiones que también requieren ser resueltas para reestablecer el funcionamiento del sistema de solución de diferencias.
La previsibilidad y la transparencia en el comercio internacional será una cuestión crucial para la Argentina y la región para iniciar un proceso de recuperación económica que mitigue los efectos económicos de la pandemia, en un mundo que recurre cada vez más a medidas unilaterales y discriminatorias en las principales áreas de exportación.
Una apertura compleja
Abrir este nuevo capítulo no será fácil, pero la historia del sistema multilateral de comercio no ha sido fácil.
El Acuerdo General de Tarifas y Comercio (GATT) nació de las cenizas de la Organización Internacional del Comercio (ITO) en 1947.
La OMC fue el resultado para reparar la irrelevancia en que cayó el GATT debido a las tensiones comerciales entre los Estados Unidos y Japón en 1980, pero nadie imaginó que después de las protestas que generó la Conferencia Ministerial de Seattle en 1999, la incorporación de China a la OMC permitiría un período de prosperidad jamás visto.
Hay distintas perspectivas desde donde se puede mirar a la OMC: como una organización destinada a la cooperación comercial internacional, o a promover la liberalización del comercio; como un foro de negociación o como un lugar para resolver disputas comerciales; como un administrador del comercio o como un asistente a los países en desarrollo para incrementar su capacidad comercial.
Cualquiera sea la mirada o la función que se adopte, si la OMC no encuentra su camino, todos tendrán algo que perder.
El autor es diplomático