Días atrás, la realidad argentina volvió a ser más increíble que la ficción cuando la filial San Lorenzo de la Confederación General del Trabajo (CGT) entronó su reclamo de equidad y justicia social para los trabajadores remiseros, empleados gastronómicos y hasta municipales
del área de influencia del mayor polo agroindustrial y exportador del mundo, paralizando la partida de los buques en reclamo de las mismas condiciones salariales que tienen los trabajadores aceiteros: $ 27.000.
Vocero del planteo fuera de todo contexto es Edgardo Quiroga, secretario general de la CGT San Lorenzo. Sucede que los aceiteros vienen logrando paritarias récord en los últimos años: este año fue de 31,6% y tienen categorías que arrancan en los 25.000 y llegan a los 32.000 pesos.
La CGT de Quiroga no es paritaria con la cámara que agrupa a las empresas aceiteras. Poco importa: basta que sean cocineros en el área de influencia, comerciantes o remiseros para pretender ser “partícipes” (a su modo) de las “rentabilidades” extraordinarias que tiene el campo argentino hoy.
El dislate no puede agotarse en otra anécdota que enriquece al folcore sindical argentino, temporada tras temporada, una paritaria detrás de otra.
Tampoco debe desatenderse el hecho de que, según cómo cotice el mercado internacional, cada buque puede costar de fletamento más de 25.000 dólares. Por día. Al menos 20 buques no pudieron zarpar.
Una vez más, esta acción muestra una patología argentina: paralizar las operaciones de “X” para reclamarle a “Y” la solución que sólo puede dar “Z”. Algunos sindicalistas todavía parecen no haber tomado debida nota de que el máximo exponente de estas prácticas, Omar Suárez, está en la cárcel por, entre otras cosas, entorpecer el tráfico marítimo. Suárez llegó a “ordenar” que se bajen contenedores reefer estibados en un buque amarrado en el puerto de Buenos Aires porque, durante su “pesca” en el sur (según él) los armadores habían incumplido con los convenios laborales internacionales, y él estaba “amparado” por la ITF.
Los atropellos característicos del sindicalismo afín a la administración K dejaron como aprendizaje cuáles son los tiempos del dictado de una conciliación obligatoria y la actitud de la justicia ante un incumplimiento de la medida tomada por la cartera laboral.
El 33% de las exportaciones argentinas (que en 2016 sumaron un total de casi US$ 58.000 millones) corresponde a los embarques oleaginosos que lograron frenarse porque las lanchas no salieron del puerto porque Quiroga adoptó la “Doctrina Suárez”. Granos, harinas, aceites y subproductos son el 46% del total de ventas externas.
Hay otro riesgo país, que nos condena a la frontera: 2 de cada 3 dólares que exporta la Argentina depende de soliloquios temerarios de caudillos sindicales.